Estamos en peligro de un retroceso social (y político). Como hace 6 años. Los mexicanos somos rehenes de los partidos. Nuestra democracia es pura fachada. Le quitamos humanidad y la envolvimos en el pañal de las reglas. Unos y otros, los políticos, se empujan para saber quién puede manejar mejor el río revuelto. Nadie quiere asumir el liderazgo moral.
En todo esto –como me lo decía hace poco tiempo un lector—se ha dejado a la juventud indefensa. Los chavos mexicanos que votaron por vez primera este 2012, no conocieron sino las desilusiones de la alternancia. Al PAN de aquel año 2000 se le fue la oportunidad de emprender reformas profundas. Tenía un bono democrático en sus manos. Se perdió en frivolidades. Al del 2006 se la apareció el viejo partido y sus infinitas maneras de meter zancadillas. También la crisis económica mundial y una desbordante violencia, lo bajaron del pedestal
El viejo partido no se fue. Nunca se fue. Tampoco se renovó. Hizo lo que sabe hacer muy bien: calcular tiempos y costos políticos (no sociales ni humanos). Y se va a reinstalar en Los Pinos. Sin embargo, ¿qué pasará con los jóvenes de este país, enrollados en un laberinto de ambigüedades políticas, usados como carne de cañón por izquierdas y derechas, por centros y extremos? Stéphane Hessel, el anciano que ha sido profeta de los indignados en Europa, llama hoy a éstos y a los jóvenes en general a comprometerse. No con una causa abstracta, ideológica, sino con una que tenga un fondo moral, ético, humanístico. Y que sea escalable.
“No basta ser consciente –dice Hessel en su libro ¡Comprometeos!—, también hay que ser estratega”. Cambiar por cambiar no lleva a ningún sitio. Tampoco protestar por protestar. Es preciso aportar ideas, contribuir a la reflexión, fomentar el civismo mediante algo tan cristiano (eso no lo dice Hessel, lo digo yo) como es el amor al prójimo y la contribución al bien común.
Aquí a Iglesia tiene un papel primordial. Ir a los jóvenes y confiar. Como lo dice Hessel, a sus 95 años de edad: “… si bien nos enfrentamos a retos cada vez más grandes, la posibilidad (de la juventud) de superarlos victoriosamente es también cada vez mayor”. Necesitan una voz fuerte. Que los llene. Necesitan a Jesús y no lo saben. Hay que salir a su encuentro.
Publicado en El Observador de la Actualidad