Los otros indignados

Son jóvenes estudiantes, de los que antaño el candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, se refería a ellos como “pirruris” (y ahora los enaltece por su dignidá). Son muchos, van creciendo y están hartos de mentiras disfrazadas de estadísticas. Han salido a la calle a demandar, principalmente, a Televisa por inequidad en el proceso electoral. Frente a las instalaciones corporativas de Santa Fe o de San Ángel. En la Estela de Luz. Sus manifestaciones han sido ordenadas. Nada de qué quejarse. Ni insultos, ni grafitis ni conductores embotellados.

Esto no estaba en el guión de los partidos políticos, aunque todos lo presagiaban. La “primavera mexicana” ha iniciado. Con las redes sociales, los jóvenes universitarios han dispuesto sus energías—en pleno periodo de exámenes finales— para protestar contra la televisión y sus manejos. Están destapando una olla podrida de hace, lo menos, cuatro décadas.

Todos los que a esto nos dedicamos lo hemos denunciado constantemente: las elecciones son asunto mediático y de intereses pecuniarios. Las autoridades federales del pri o del pan nos han mandado a freír espárragos. Ahora son los jóvenes mexicanos, de universidades particulares, y uno que otro de universidad pública, los que salen a la calle a denunciar esta anomalía. Su estribillo es decisivo: ¡No nos mientan! ¿Dónde va a rebotar esto? Lo ignoro.

Uno quisiera la verdadera reforma, la reforma del lenguaje. La televisión mexicana ha arrastrado a los candidatos a convertirse en estrellas del espectáculo. Los ha obligado a mentir para aparecer. Rebasado el partido; rebasada la doctrina; sepultada la ideología o la cultura de la persona, ¿qué queda? La imagen. Enrique Peña Nieto se ha vuelto la imagen de un actor-estrella de la farándula que abraza viejecitas y firma compromisos aquí, allá y en cualquier sitio. Su partido va detrás, recogiendo votos. Nada que ver con el nacionalismo revolucionario que defendía el pri. Ni tres libros leídos en su vida. Solamente el copete bien peinado, un guión bien aprendido, una capacidad de adaptarse al momento. El práctico del zig-zag que decía Ensezberger.

Los jóvenes han percibido, lejanamente, estos parpadeos del sistema. A lo mejor el dominio del pan en doce años sirvió para eso. Muchos de los que protestan exigen a México que “despierte”. ¿Despertará? ¿La videocracia denunciada por Sartori, antes por Popper, alcanzará a triunfar en estas elecciones? Mucho me temo que sí. Pero también creo que serán las últimas elecciones tontas que viviremos. Van emergiendo las redes sociales. En seis años ahí se definirá todo. O, quizás, en un mes.

Publicado en Revista Siempre!