El Papa en la tele

Antes de viajar a Alemania, lo cual se lleva a cabo en estos días, el Papa Benedicto XVI concedió una inusitada entrevista a la televisión pública alemana Ard. El Papa alemán sigue sorprendiendo a sus detractores, que lo consideraban alejado de las masas, metido en sus libros, olvidado del católico de carne y hueso. Pero Benedicto XVI ha cerrado puertas y abierto ventanas. Su entrevista con Peter Sewald, la producción de textos sobre Jesús de Nazaret sin invocar la infalibilidad papal, las audiencias públicas de los miércoles, en las que ha llegado a aumentar hasta en treinta por ciento el flujo ordinario de visitantes a San Pedro de su predecesor, Juan Pablo ii, en fin, sus viajes más o menos constantes a los ochenta y cuatro años de edad, han hecho de este Pontífice una diferencia a lo que los “vaticanólogos” predecían.

En su intervención, emitida el sábado pasado (17 de septiembre) al anochecer y grabada unos días antes en Castel Gandolfo, el Papa destacó que este próximo viaje “no es turismo religioso ni mucho menos un show”, sino que “debería tratarse del hecho de que Dios vuelva a nuestro horizonte, este Dios tan a menudo totalmente ausente, a quien sin embargo necesitamos tanto”.“Quizá me preguntaréis: “¿Pero Dios, existe? Y si existe, ¿se ocupa verdaderamente de nosotros? ¿Podemos nosotros llegar hasta Él?”, planteó. Y respondió: “Sí, es verdad: no podemos poner a Dios sobre la mesa, no podemos tocarlo como un utensilio o tomarlo en la mano como un objeto cualquiera”. Según el Pontífice, “debemos desarrollar de nuevo la capacidad de percepción de Dios, capacidad que existe en nosotros”, dio a conocer la agencia internacional de noticias Zenit, con base en Roma.

Esta capacidad de entrever los resquicios por dónde se puede mostrar a Dios a la sociedad secularizada es, quizá, una de las grandes cualidades de Benedicto xvi. En el diálogo que tuvo con un filósofo ateo, Paolo Flores D’Arcais, en el año 2000, el entonces cardenal Ratzinger le hacía ver que para los católicos Dios ni es un juego privado, ni la verdad es algo que pertenezca a un club de iniciados, sino algo que maravilla, que nos toca y que estamos orgullosos de difundir, porque se trata de un bien para la sociedad. Fiel a esa idea ha construido su pontificado. Desde las tinieblas de Auschwitz, en que preguntó dónde estaba Dios en esos días, hasta el discurso de Ratisbona, donde hizo un gran elogio de la fe aunada a la razón, Benedicto XVI no ha cejado en su empeño de devolverle, primero a Europa, el coraje de ser católico y la misión —obligatoria— que tenemos los católicos de “predicar desde los tejados”.

En su participación en el programa Wort zum Sonntag [La palabra del domingo], explicó algunas maneras para llegar a Dios. “Podemos intuir algo de la grandeza de Dios en la grandeza del cosmos —explicó—. Podemos utilizar el mundo a través de la técnica porque éste está construido de manera racional”. Más adelante volvió al tema de su pontificado: la relación entre la fe y la razón, sugiriendo algo importante para creyentes y no creyentes: “En la gran racionalidad del mundo podemos intuir el espíritu del creador del cual proviene, y en la belleza de la creación podemos intuir algo de la belleza, de la grandeza y también de la bondad de Dios”.

Dostoievski decía que la belleza salvará al mundo. Lo mismo el Papa Benedicto XVI. Y hoy más que nunca el mundo está necesitado de ese mensaje. Justamente desde la tele.

Publicado en Revista Siempre!