México necesita volver a creer en sí mismo. Los mexicanos volteamos y no tenemos asideros. Todos los «héroes» se nos caen de las manos: unos por exceso de publicidad, otros por defecto de información. Lo cierto es que este libro de Alejandro Soriano Vallés viene a oxigenar la enrarecida atmósfera de estos días. Y a darnos razones para renovar la fe en la cultura, en el catolicismo y en nuestra identidad.
La Doncella del Verbo es, sin más, la mejor biografía que se haya escrito de Sor Juana Inés de la Cruz desde los años cuarenta del siglo pasado, cuando el padre Alfonso Méndez Plancarte editó las obras completas de la «Décima musa» para el Fondo de Cultura Económica. Una investigación que nos devuelve a sor Juana como lo que fue: una doncella sapientísima, una poeta excepcional, un espíritu puro. Lo más importante: una monja cuya asumida vocación de santidad la tiene, hoy mismo, a 416 años de su muerte (ocurrida tras la grave pestilencia que sufrió la capital de Nueva España en las postrimerías del siglo XVII), al borde de los altares.
La crítica caníbal, ávida de cercenar las señas de identidad católica que nos constituyen, ha creado una Sor Juana revoltosa, incapaz de pensar más que en amores, lesbiana, hermética, sometida a la vida monacal por una especie de conjura estaliniana en la que siniestros obispos, arzobispos y curas tuvieron que ver; una Sor Juana «que si no hubiera sido monja…». De verdad, una sarta de estupideces que Dios guarde la hora. Alejandro Soriano Vallés desmonta, con precisión de relojero, este horrible andamiaje y nos regala la riqueza de una mujer sabia y santa, viril (como quería Santa Teresa) y arrojada, que dio la vida por atender a sus hermanas enfermas, hasta que murió, la «domenica del Buen Pastor», 17 de abril de 1695.
Este es uno de esos libros que ninguna familia mexicana que quiera conocer sus (extraordinarias) raíces católicas, en la amalgama de lo indígena y lo español, debería dejar de leer. Pocos pueblos tienen el orgullo de contar con una cumbre de la elevación de Sor Juana. Y raras veces la podemos tener en casa, íntegra, grande, hermosa, como nos la regala Alejandro Soriano Vallés.