Dos jaculatorias

A la memoria de Don Francisco Urquiza Septién y Doña Velina López de Cabrera

En el monumento a Cristo Rey, del Cerro del Cubilete, lo mismo que en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe de la Congregación en Querétaro, están estampadas, en letras de oro, las dos jaculatorias que Su Santidad Pío XII le aprobó a don Manuel Urquiza y Figueroa: Sagrado Corazón de Jesús, perdónanos y sé Nuestro Rey, y Santa María de Guadalupe, Reina de México, ruega por tu nación.

La primera –decía el venerado monseñor Salvador Septién—es un compendio del Evangelio: Jesús murió por nosotros, por nuestros pecados y para nuestra redención.  Tenemos que pedirle perdón siempre y entronizarlo en nuestra conciencia, esa sala de estar donde nos sentamos a sostener una plática con Dios.  La segunda es un resumen de la teología del Acontecimiento Guadalupano.  La Reina de México, Reina de América y, como diría José María Morelos, «Patrona de Nuestra Libertad», está aquí para protegernos, aliviarnos de nuestros males, provocarnos la entrega a los demás haciéndonos partícipes de su maternidad, que es también la maternidad de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre.

Ese tiempo en el que la gente amaba a Cristo Rey y estaba dispuesto a morir invocando su nombre; ese tiempo en el que María Santísima, en su advocación de Guadalupe, de veras era la Reina de la Nación, ese tiempo, amenaza con írsenos de las manos. Acogernos al Corazón Sagrado de Cristo, a su Misericordia y a la maternidad de María son los caminos de la fe en Dios y en México.  Son los que recorrieron nuestros antecesores. 

Se han adelantado en el viaje hacia la Casa del Padre dos almas que han rendido frutos en la tierra: Lucía, Francisco, Maité, Rafael y Alberto; monseñor Rogelio, padre Rubén: que su memoria, encarnada en estas dos jaculatorias, nos ayude siempre a honrarlos y a trabajar por el bien de la Iglesia y de México, que es lo mismo.