Nuestro jefe de información, Gilberto Hernández García (Yurécuaro, 1972), ha escrito un cuento memorable, una especie de narración con moraleja que todo los niños de la familia El Observador deberían leer. ¿Por qué? Por tres razones bien sencillas: 1) Porque es un cuento muy divertido. 2) Porque está muy bien escrito. 3) Porque tiene un fondo bien importante: que si las palabras dejan de significar, de tener sentido, la convivencia entre los hombres también deja de tenerlo.
El día que desaparecieron los significados es el relato ganador del VI Concurso de Literatura Regional para Niños que convocó el Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato —como parte del programa «Alas y Raíces»— en el rubro de «Cuento». Ha sido editado por Ediciones La Rana en su serie Velas al Viento, colección «Barcos de papel» (Guanajuato, 2009). Como todos los relatos cortos tiene un principio desconcertante: un día la maestra de quinto grado de primaria les pide a sus alumnos que busquen una palabra en el diccionario. Lolita —la protagonista— es testigo de cómo las palabras y sus significados se fugan de los diccionarios. Se van por la ventana, bailando, liberadas de su cautiverio.
Por qué se vaciaron los significados
Porque nadie los buscaba, porque a nadie interesaban. Desde que los significados de las palabras se largaron a otra parte, los alumnos y la maestra comienzan a darse cuenta de que la convivencia humana puede complicarse muchísimo cuando ya nadie se acuerda de qué quieren decir las cosas que decimos. El pensamiento se complica, las relaciones entre los niños se vuelven arduas, sin intensidad, sin rumbo. Algo hay que hacer. De nueva cuenta son los niños (y un anciano) los que tienen que cargar en sus hombros la búsqueda del significado perdido de las palabras. Como siempre, ellos son los que pechan con los errores de los adultos.
Resulta que las palabras y los significados han huido porque los adultos han impuesto a los niños un régimen de televisión en el cual ya ni hace falta leer o mucho menos escribir. ¿Para qué aburrirse leyendo una novela si va a haber una serie de TV que la «digiera» y nos la dé en horario estelar? ¿Para qué sirven esos trastos viejos que se llaman diccionarios si en el «chat» ya no tenemos que escribir más que puros ruidos o remedos de ruidos? Hubo una rebelión: las palabras y los significados se fueron. Pero, ¿a dónde se fueron? Eso es lo que tendrán que investigar los pequeños, con Lolita y el niño preguntón al frente.
Los significados son de quienes los trabajan
Los niños no encontraron nada en sus casas, en su colegio, ni en las tiendas o en los parques de la ciudad. Nadie sabía dónde estaban los significados y todos empezaban a olvidar qué quería decir lo más elemental. Abrumados, se dieron por perdidos, hasta que uno recordó al viejo fraile del convento de las afueras de la ciudad; un viejecito solitario, con barbas y grandes lentes. Él sabría qué habría pasado con las palabras, los significados y los significantes. Hacia el convento corrieron y al fraile anciano encontraron. Pero encontraron otra cosa, que no diré qué ni por qué (porque entonces les cuento el cuento). Arracimadas en los árboles había figuras curiosas. El viejo fraile sabía el secreto. Y también el peligro que corren los niños cuando ven demasiada TV y se olvidan que la impronta de Dios en el hombre es el pensamiento, la palabra y el significado del amor.
Solamente adelanto algo: la palabra clave quiere decir «papagayo» en griego. Investíguenlo.
HERNÁNDEZ GARCÍA, Gilberto, El día que desaparecieron los significados, Editorial La Rana, Guanajuato, 2009, 32 páginas.
Puede adquirir el libro en El Observador, Reforma 48, centro, Santiago de Querétaro, Qro., tel. (442) 214 1842, 224 1454, 214 5475, extensión 109 con la Sra. Mary Rojas; de 8:00 a 14:00 horas.