Bocones

El siglo XX, según el historiador Andrea Riccardi, fue «el siglo de los mártires». Nunca antes el cristianismo fue tan perseguido. Desde el genocidio de los armenios en 1915, hasta las masacres de Timor Oriental, en 1999, había testimonio de 12 mil 692 nuevos mártires: 2 mil 351 laicos, 5 mil 343 miembros del clero diocesano y seminaristas, 4 mil 872 religiosos y 126 obispos.

El siglo XXI mantiene la tónica. Según la agencia Fides, del 2000 al 2010 han sido asesinados 311 personas, la mayor parte de ellos sacerdotes. El año que pasó, 2011, todavía no se tiene cuantificado el total de los testimonios. El número ronda la media de 25 asesinatos. Colombia y México están a la cabeza de la violencia contra agentes pastorales. Por cierto, desde que Fides lleva las estadísticas del horror (1990), México es el único que tiene en su «palmarés» el asesinato de un cardenal…

Tras leer la minuta del debate en la Cámara de Diputados el pasado mes de diciembre de 2011, cuando se votó la reforma del artículo 24 de la Constitución, sobre libertad religiosa, a uno le entran ganas de mandarle estos informes a los legisladores que se llenaron la boca de improperios y babosadas en contra «del clero» y de sus «ansias de poder». Poco faltó para que en la tribuna de San Lázaro llamaran «parásitos» a los sacerdotes. Y de ahí a otorgar licencia para liquidar a los «parásitos» hay un paso pequeñito. ¿No se dan cuenta esos bravucones de curul lo que están haciendo, la violencia que propician? Lo peor es que tales diputados se llaman a sí mismos «buenos mexicanos». ¿Se puede ser «buen mexicano» cuando se odia a los forjadores de la patria?

Hay mucha sangre católica, que se sigue derramando para que legisladores de quinta ganen un cuarto de millón de pesos al mes y, peor, por calumniar lo mejor que ha tenido y que tiene México. ¿Han leído los niveles de confianza que tiene el pueblo (a quien los diputados dicen «representar») en «el clero»? ¿Y la opinión que tiene la gente sobre los propios legisladores? Yo les respondo: el clero a la cabeza, los diputados hasta el sótano.