Hace unos días murió el marido de doña Alejandra, la vendedora de flores que todas las semanas recorre las calles del centro de Querétaro y sube infinitas escaleras para dejarnos en El Observador su presencia, sus alcatraces y sus rosas. Lo tomó con el poco llanto que la necesidad imperiosa les deja a estas mujeres que hacen de nuestra Patria la predilecta de la Virgen. Continuar leyendo
Resurrección
¿Quién soy yo en la Resurrección?
El sepulcro vacío y los días posteriores al domingo en que Jesús resucitó, tocaron hondamente a los que lo vieron. Está su testimonio. Muchos, finalmente, creyeron. San Pablo lo dice con claridad: si Él no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe. Un bonito cuento ético. Una historia de amor culminante. Un programa de vida. Y nada más.
Ante el Resucitado, ¿quién de todos los actores soy? La respuesta típica: los discípulos de Emaús. Pero ellos sintieron arder su corazón cuando el peregrino les explicaba las escrituras y más aún cuando partió en su mesa el pan. ¿Ardo yo en celo por el Evangelio? Y cuando parte para mí el pan en el altar, ¿siento esa urgencia de ir a contarlo a todo el mundo? Continuar leyendo
Ad resurgendum cum Christo
“Para resucitar con Cristo, es necesario morir con Cristo”… Así comienza la Instrucción Acerca de la Sepultura de los Difuntos y la Conservación de las Cenizas en Caso de Cremación difundida esta semana por la Congregación para la Doctrina de la Fe, aprobada por el mismísimo Papa Francisco.
Importante e impostergable Instrucción, pues el último pronunciamiento al respecto –de parte de Roma—había sido en 1963. En este tiempo (por las razones que se quiera) la cremación se ha extendido en el mundo, pero también se han propagado nuevas ideas sobre las cenizas –tirarlas al mar, esparcirlas en tierra, guardarlas en casa, engastarlas en joyas—que están en “desacuerdo con la fe la Iglesia”. Continuar leyendo
¿Y si no hubiera resucitado?
Todos tenemos la respuesta de San Pablo: vana sería nuestra fe. Sabemos que el sepulcro vacío es la evidencia del cristiano. Una paradoja para el mundo no creyente, para los escépticos. Sin embargo, “paradoja es el nombre que dan los tontos a la verdad”, escribió José Bergamín a Miguel de Unamuno en una carta.
Los negacionista tienen sus ideas. Y creen que sus ideas –para ser verdaderas– deben coincidir con lo que ellos alcanzan a ver. A su juicio, “alguien” removió la piedra y se robó el cuerpo; “alguien” inventó la historia. “Alguien” está mintiendo. Continuar leyendo
El sepulcro vacío
Si Cristo hubiera resucitado el día de hoy, los periódicos, las redes sociales, internet ni la tele lo hubieran notado. Fue noticia entonces. Hoy, como el vuelo 370 de la Aerolínea de Malasia, hubiera concitado, quizá, el morbo de la gente, la obsesión por encontrar una “evidencia” de que el hecho, realmente, ocurrió y nada más.
Pero, como en el sepulcro nuevo donde pusieron el divino cuerpo de Jesús no había una “caja negra”, queda “a discreción de cada quien” aceptar o no el hecho fundamental de la fe cristiana: que Cristo, verdaderamente, resucitó de entre los muertos. Continuar leyendo
Parresía
El manuscrito de la intervención del cardenal Bergoglio en las congregaciones previas al Cónclave (ver este número de El Observador) ha dado la vuelta al mundo. Muchos -como el cardenal Ortega de Cuba-piensan que ese texto fue fundamental para que los cardenales lo eligieran Papa. Es un texto sobre la misión de la Iglesia en el cambio de época; «la dulce y confortadora alegría de evangelizar» que pedía el Pablo VI allá por la década de los sesenta del siglo pasado. Resumen del Concilio Vaticano II y del documento de Aparecida, el manuscrito decisivo del cardenal Bergoglio comienza con una frase misteriosa: «Evangelizar supone en la Iglesia la parresía de salir de sí misma». Continuar leyendo