El cada día más interesante filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han comienza su libro La Salvación de lo Bello con esta frase: “Lo pulido, pulcro, liso e impecable es la seña de identidad de la época actual”. En el arte y en todas las manifestaciones del espíritu, lo que cuenta, lo bello, es lo que no tiene pliegues, rugosidades, lo que se puede comprar y vender.
Coincide mi lectura de este texto con la subasta de la empresa Christie’s en que se remató un Leonardo da Vinci (de dudosa factura y autenticidad) llamado “El Salvador del Mundo” en la astronómica suma de 450.3 millones de dólares. Continuar leyendo
La alimentación mexicana quebró a partir de la expansión de los productos chatarra por medio de la incisiva publicidad televisiva. Hoy somos el país con mayor índice de diabéticos del mundo y el segundo, tras Estados Unidos, en obesidad.
La televisión, los moretones y sus medallas de oro y plata a los 31 años de edad, una edad “avanzada” en estos Juegos Olímpicos en los que la medicina deportiva ha hecho que jóvenes de 19 años, o de 15, casi niños, sean los protagonistas, pusieron al nadador estadounidense Michael Phelps en la cumbre de las menciones en redes sociales durante la primera parte de Río 2016.
Lo que se veía venir, llegó: la publicidad digital está dejando atrás a la televisiva. Por lo menos en lo que se refiere a los usuarios. En efecto, los usuarios de dispositivos móviles ya prefieren los anuncios digitales que los anuncios televisivos en México. ¿La razón? Que sienten que tienen mayor control que la publicidad indiscriminada que “echan” en la TV.
Es difícil saber cuál de las campañas políticas que nos asedian de una manera atroz es la más mala de todas: si la del abuelito que operan y la nietecita que va a verlo sin tener que dejar los estudios, o si la que dice lero, lero, por lo que le dolió a los del establo de enfrente el haberle dicho sus verdades.
Un viejo refrán francés decía: “La bonne education vaut plus que la fortune” (La buena educación vale más que la fortuna). Era un refrán “de los de antes”. Ahora, en el arranque del nuevo milenio, casi nadie sostendría que es más valioso —en términos vitales— estar bien educado, conocer del bien y del mal, que ser rico, famoso o, tan siquiera, reconocido entre los que sale, saldrán o salieron en la prensa color de rosa.
Los modos y las modas europeas de pensamiento encumbran y bajan con la misma rapidez a pensadores, filósofos, teóricos y teólogos postmodernos. De Gianni Vattimo a Peter Sloterdijk; de Umberto Eco y Jürgen Habermas desembocamos, hoy mismo, en el excelente Byung-Chul Han.
Para cualquiera que se adentre en la política nacional es un hecho palmario que los gobernadores gozan de un poder enorme, cuyo único referente es la visita consuetudinaria que les hace el presidente de la República, y a quien le pintan las fachadas y le hacen inaugurar obras inconclusas cada vez que los “honra con su presencia”. Los gobernadores manejan todo, especialmente los medios de comunicación. Hay excepciones, no lo niego. Pero son más bien pocas.