Las vallas, los muros, son señales inequívocas de miedo. De miedo al otro. La historia nos enseña que todas las barreras caen. Tarde o temprano, como el Muro de Berlín, la gente las echa abajo. Es imposible odiar por decreto al vecino todo el tiempo. El mazo que tumba la pared no viene de afuera. Viene de adentro.
Lo que ahora corresponde a México es entender una cuestión tan simple como ésta: que la valla de Trump (caso que no sea más que una simple bravuconada) la va a tirar la fuerza moral que sobre los Estados Unidos de (Norte) América ejerzan los estados unidos del resto del Continente. Es una oportunidad inmensa que sería miope, estúpido, desperdiciar. Continuar leyendo