Nadie entre nosotros es capaz de predecir la conducta del otro. Es la libertad, don precioso de Dios, la que hace que el humanismo aflore y se afiance. Una historia que leí alguna vez me dio la impresión de que captaba la esencia de la cortesía cristiana –por un lado—y de la insensatez con que nos conducimos –por el otro:
Cada noche el ciego encendía su lámpara de aceite y salía a visitar a sus vecinos y amigos. Continuar leyendo
Los fieles laicos somos miembros a título pleno de la Iglesia. Nuestra vocación es distinta a la de sacerdotes y consagrados. Estamos llamados a participar en primera persona en la transformación del mundo según Cristo, viviendo nuestra identidad cristiana en medio del mundo.
El mexicano, desde la antigüedad prehispánica hasta nuestros días, es un ser esencialmente religioso. No quiero decir «practicante», sino religioso en el universo amplio de la palabra: un ser prendado de los misterios de la vida y de la muerte; más de la muerte que de la vida.
La fe es amor y el amor engendra belleza que se hace poesía. La fe cristiana es fuente inagotable de poesía. Los grandes poetas han bebido en las fuentes límpidas de la sagrada escritura y del evangelio. El Dios de Jesucristo es quien creó todas las cosas, y las hizo buenas y bellas, y dio al hombre palabra y voz para poder cantarlas. Recordemos a san Juan de la Cruz allá lejos, y a sor Juana Inés de la Cruz aquí entre nosotros. 
