México tiene una relación ambigua, desastrosa, con el modo de conducirse políticamente de los estadounidenses. En público, nuestros funcionarios la detestan. O dicen detestarla. Pero en los hechos, la copian como un niño recibiendo dictado de su profesor de primaria.
Durante la última reunión de alto nivel para atender grandes movimientos de migrantes y refugiados, en el marco de la 71 Asamblea General de la ONU, el presidente Enrique Peña Nieto pidió que todas las naciones reconozcan a los migrantes “como agentes de cambio y desarrollo, para que se garanticen sus derechos humanos y se destierren los discursos de odio y discriminación en su contra”. De hecho, propuso siete puntos para que las naciones “logren acuerdos reales en favor de la migración”, entre los que destaca generar “un enfoque de derechos humanos que establezca obligaciones de estados con migrantes”. Continuar leyendo
El presidente Enrique Peña Nieto y su esposa no tuvieron más que rendirse, como todo el gabinete, a la fe de los jóvenes del pueblo mexicano. Qué grande sorpresa para todos ver que México tiene una juventud creyente, pujante, esencialmente católica.
El pasado mes de septiembre, al participar en el evento “Los 300 líderes más influyentes de México”, el presidente Enrique Peña Nieto dijo que para combatir la corrupción se debe partir de reconocer que “es un asunto de orden cultural”; y llamó a construir “una nueva cultura ética” en la sociedad mexicana.
Al promulgar este viernes 31 de enero el decreto de la reforma política-electoral, el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, metió reversa y anunció que se corregirá el Artículo 41, en su Base Sexta, el cual trata las posibles causas por las que se puede anular una elección.
Llama poderosamente la atención que los medios periodísticos del centro de México, los considerados “nacionales”, principalmente por asentarse en la capital y en los estados circunvecinos —sobre todo el Estado de México— redujeran a la mitad el espacio que le dedicaban a cubrir hechos de violencia durante los meses de diciembre de 2011 a febrero de 2012 (quinto año de Felipe Calderón Hinojosa), con respecto al mismo periodo de 2012-2013 (primeros tres meses de Enrique Peña Nieto en la presidencia).
Tras una larga y aceitosa calificación, el 31 de agosto se acabó el proceso electoral del primero de julio. No sé si esa práctica cunda en otros países. Lo dudo. Que en México nos tardemos dos meses en contar los votos, significa que todo el dinero que hemos gastado en perfeccionar las instituciones que cuidan las elecciones ha sido, más o menos, en vano. Con ábaco sería más ágil el conteo.
Desde el año de 2006, medios de comunicación en México, encabezados por Televisa y el Grupo Reforma, han sufrido cuarenta y un ataques con explosivos y armas de fuego por parte de narcotraficantes. Sin embargo, últimamente, se ha atacado (sin armas ni violencia material) a Televisa por algunos inconformes con el resultado electoral que entronizó a Enrique Peña Nieto en la Presidencia de la República (si el Tribunal no dice algo diferente —que no lo va a hacer— el primero de septiembre próximo).
Tras las elecciones y los temas de compra de votos e inequidad en los medios, el panorama mexicano se conforma como un gran desastre. Las elecciones ya no son las mismas de antes. Ya la gente cambió. Y con ella la oposición. López Obrador va a establecer un cerco contra Peña Nieto del cual es muy posible que éste último no salga ileso. ¿Busca pactar el peje? No lo sé. Lo que sí estoy seguro es que la elección de 2012 abre (o cierra) la brecha entre el poder acumulado de los partidos y las exigencias de la gente de una política digna.
Según el cómputo final del ife ésa es la cifra con la que ganó Enrique Peña Nieto las elecciones del pasado 1 de julio. Como nunca sabremos cuánto gastó —realmente— el pri en recuperar Los Pinos, tampoco sabremos jamás a cuánto le salió cada uno de los 19 millones 226 mil 784 votos que tuvo a su favor el candidato electo. Por intuición, observación y padecimiento de la campaña; por el número brutal de espectaculares y de menciones televisivas, podemos concluir que le salió carísimo al pri cada voto.