El pasado miércoles 20 de septiembre, el huracán María tocó tierra en Puerto Rico con vientos de casi 250 kilómetros por hora. La fuerza de María –categoría 4 en la escala Saffir-Simpson—devastó a esta isla, territorio asociado de Estados Unidos, y la puso al borde de una crisis humanitaria.
Según estimaciones del gobierno portorriqueño, además de matar a diez personas, el huracán María –el peor en la historia reciente de Puerto Rico– destruyó cerca de 80 por ciento de las cosechas y dejó a 60 por ciento de la población sin agua y a casi toda la isla sin energía eléctrica. Esta última, según el gobernador Ricardo Roselló, puede demorar hasta seis meses en ser restablecida a su totalidad. Continuar leyendo
Las estadísticas de criminalidad aparecen, casi siempre, desvinculadas de los fenómenos migratorios a los que ahora asiste —atónito— la parte central y del norte del continente americano, especialmente en lo que se refiere a las niñas, los niños y los adolescentes viajando en solitario hacia la frontera de México con Estados Unidos.
Dos datos sobre los menores de edad que viajan solos a Estados Unidos están preocupando, enormemente a la comunidad internacional, en especial a la Iglesia católica quien se ha encargado de denunciar las tropelías de los traficantes de personas y de asistir a los migrantes en todas sus necesidades: el aumento del número de menores de edad que emigran y el aumento –entre ellos—de niñas.