La soledad en la que vive Donald Trump debe ser espantosa. Porque solamente alguien que vive como el patriarca de García Márquez puede conducirse tan irrespetuosamente no sólo frente a los derechos y la dignidad de los otros, sino en contra del propio puesto al que llegó y a sus reglas, las escritas y las no escritas.
El método comunicativo del bravucón es, justamente, el del que vive amurallado y con miedo. La amenaza, el uso de la fuerza, el imperativo y la (supuesta) venganza si no llegan los demás a alinearse a su juego. Es el bluf de las cartas. La mentira disfrazada de venganza. La debilidad estructural que no atina a ser digerida y, por lo tanto, se expulsa como poderío y autoridad sin contexto. Continuar leyendo
Que un ciudadano tan limitado como el nuevo presidente de Estados Unidos tenga en vilo a México es señal de un desastre moral que no se construyó antier, sino que viene de hace un siglo, cuando en la Constitución se instituyó el dogma laicista: “Dios, si existe, no importa”.
La toma de protesta de Donald J. Trump como presidente número 45 de Estados Unidos, ha llenado de zozobra a muchos mexicanos. En este número de El Observador no queremos –ni podemos– avalar este ambiente de pesimismo que se ha apoderado de nuestra Patria. ¿Hay vida después de Trump? Sí, la hay, en la medida que dejemos de culpar a los otros de nuestras desgracias.