El martes 29 de mayo, por la mañana, murió un ser humano excepcional, al que El Observador y mi familia le deben demasiado: el arzobispo emérito de San Luis Potosí, don Arturo Szymanski. Apenas el día anterior Maité y yo le pedimos, por teléfono, su bendición. Nos la dio. Y remató, como siempre: “Saludos a la tropa; cuídenla mucho”.
“La tropa” era la plantilla que trabaja en El Observador y nuestros tres hijos. Siempre los encomendaba. Siempre nos decía que fuéramos santos. Continuar leyendo