Feliz Navidad y no «felices fiestas»

El arzobispo emérito de San Luis Potosí, don Arturo Szymanski Ramírez, me hacía notar hace algunos días que en los programas de televisión y en las tertulias de la radio, ahora, a los conductores y locutores les ha dado por decir «felices fiestas» en lugar de «feliz Navidad». Como vivimos en un «Estado laico», creen estos señoritos y señoritas que es políticamente correcto suprimir el espíritu cristiano de la Navidad y transformarlo en una vocación pagana, de consumo, alteración, jolgorio, guateque y babosadas.

Se han de creer que, con eso, le dan gusto a sus jefes y a los políticos masones que son como «El Grinch»: odian lo que no comprenden y, como no lo comprenden, prefieren destruirlo. La Navidad —resulta hasta obvio decirlo— es un Misterio. Quizá el Misterio más grande de la historia de la humanidad: que Dios se haga hombre, en la pobreza extrema, para salvarnos y para elevarnos a una condición por encima, incluso, de los ángeles, es la prueba suprema del amor loco que tiene por el hombre.

Por supuesto que es —como todo Misterio— inexplicable.  Lo cual no quiere decir que sea irrazonable. Esos dichos afirman los que todo lo echan a perder en razón de su razón.  Los que creen que siempre tienen la razón se han apropiado de la Navidad porque ni la entienden ni la esperan. Porque no entienden ni esperan nada, salvo aguantar el infierno (o la locura) de siempre tener la razón. El amor tiene razones que la razón jamás entenderá, explicaba Pascal. Y Chesterton decía que los manicomios estaban repletos de gente que siempre tenía la razón.

Los medios de comunicación son la moderna versión de ese manicomio chestertoniano. Actúan por impulsos (o por intereses que impulsan a sus impulsos). Y si hoy toca eliminar el espíritu cristiano de la Navidad, vuelven este espíritu una cosa «superada». Y lo sustituyen por el comercio. «Venga usted a comprar lo que puede gozar. Goce lo que compra, que es lo único tangible de la temporada. Atibórrese de pasteles, de alcohol, de regalos inútiles y verá lo feliz que se va a sentir usted. Olvídese de la Navidad cristiana, cosa de viejecitos nostálgicos del ponche y la Misa de Gallo». La cuestión es tan extendida que a algunos despistados hasta les parece «elegante» decir «felices fiestas».

Nada de eso: Feliz Navidad, ¡Cristo ha nacido para redimir al mundo! ¡Ha nacido el Amor!  La noche es pasajera: ¡he aquí la luz!