Hemos perdido esa valiosísima costumbre. Mi suegro, la usaba cada vez que iba a emprender una acción: “En el nombre sea de Dios”. Luego agregaba: “Y de María santísima”. Volteaba su mirada pícara y te decía: “Con esa compañía, ¿qué cosa mala te puede pasar?” Ninguna, por supuesto. Pero ya no lo decimos. ¿Será porque ignoramos el verdadero nombre de Dios? Continuar leyendo