La oración para la visita del Papa propuesta por los obispos de México es la siguiente:
Madre de Dios y Madre nuestra: Santa María de Guadalupe:
Estamos alegres y agradecidos
porque viene a visitarnos
el Papa Francisco, Vicario de tu Hijo.Viene a poner en tus manos
el Año jubilar de la Misericordia,
y a comunicarnos un mensaje
de esperanza y de concordia.Ruega por él y por nosotros,
para que nos sepamos abrir
a lo que por su medio
Dios nos quiera transmitir.Y que al partir nos lleve en su corazón,
y deje sembrados en el nuestro
frutos abundantes de conversión.
Amén.
Hay pocas condiciones de vida más tristes que las que tienen que enfrentar los refugiados, los desplazados, los que huyen de su tierra. Víctimas del odio, el odio les quita todo.
Del 12 al 17 de febrero podría cambiar México. Si escuchamos al Papa Francisco y dejamos atrás la pura espectacularidad (que, por desgracia, nos van a vender, otra vez más, las grandes empresas televisivas) y el jolgorio.
Hemos perdido esa valiosísima costumbre. Mi suegro, la usaba cada vez que iba a emprender una acción: “En el nombre sea de Dios”. Luego agregaba: “Y de María santísima”. Volteaba su mirada pícara y te decía: “Con esa compañía, ¿qué cosa mala te puede pasar?” Ninguna, por supuesto. Pero ya no lo decimos. ¿Será porque ignoramos el verdadero nombre de Dios?
En Estados Unidos hay esperanza de un nuevo catolicismo. La unión entre el orden sajón y la devoción latina puede moldear la Iglesia del futuro. En los templos, la precisión administrativa y la organización pastoral se ve animada con una presencia —cada vez más notoria— de hispanos que están cambiando el panorama religioso.
El mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz, celebrada el 1 de enero, apenas amanecido 2016, nos da una pista para enmendar los propósitos ineludibles de Año Nuevo: vencer la indiferencia.
El acuerdo mundial por el clima, el histórico compromiso en París, el pasado 12 de diciembre, en el que 195 países (los que están dentro de la ONU) acordaron rebajar las emisiones que contribuyen al calentamiento global del planeta en que vivimos, puede no ser una consecuencia directa de lo expuesto por el Papa Francisco en “Laudato si”. Pero es algo tan parecido a una respuesta que solamente un ciego contra el Pontífice podría dejarlo pasar de largo.
Las estadísticas y mediciones que hacen agencias informativas nos dicen que es la canciller alemana Angela Merkl. Pero en la edición de diciembre de National Geographic, un estupendo reportaje de portada –firmado por Maureen Orth—subraya (se traduce a 30 idiomas y tiene 7.5 millones de suscriptores) algo muy ad hoc al Año de la Misericordia convocado por el Papa Francisco: que el verdadero poder está en el servicio. Y el servicio que hizo –y sigue haciendo—la Virgen María a la humanidad es incomparable. Desde la Anunciación y su “sí” hasta el día de hoy.
“A la tarde te examinarán en el amor; aprende a amar como Dios quiere ser amado y deja tu condición”. Es, quizá, la frase más famosa de san Juan de la Cruz. Una frase redonda. Incómoda. Nos deja sin pretexto (¡a nosotros, que somos artistas del pretexto, de la justificación, del chantaje…!).
El Año Santo de la Misericordia nos ofrece la posibilidad de sanar las heridas que vienen, muchas veces, de aquellos a los cuales queremos y nos quieren. Qué alegría más grande. Qué motivación más gozosa: sabernos libres de un recuerdo que tortura el alma. “Perdonar no significa olvidar”, decía Henry Nowen. Perdonar significa “sanar verdaderamente el recuerdo”.