El otro día leí la opinión de un señor que, diciéndose ateo, nos reclamaba a los católicos por la falta de inteligencia para cuestionar «dogmas pasados de moda», como el celibato sacerdotal o la prohibición del divorcio. En la época en que todo se cuestiona, nosotros permanecemos sumisos: si todo el mundo lo hace y la Iglesia lo prohíbe, lo que está de más es la Iglesia, decía este señor.
Autor: Jaime Septién
Demoler lo sagrado
La radiografía de los ataques brutales a la Iglesia, por los casos de pedofilia de algunos religiosos, sobre todo en Alemania (infames, sí, pero inflados de una manera exorbitante por los medios de comunicación), da como resultado, en la opinión de gran cantidad de católicos, el esqueleto de un enfermo terminal.
Cicerón y los efectos de la violencia televisada
En el año 80 antes de Cristo, el célebre orador romano Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C), predijo, con una genial puntería, los efectos de la exagerada transmisión de violencia por la televisión:
“Si en todo momento —escribió— tenemos que ver y oír sucesos crueles, a la larga perdemos, incluso los más sensibles por naturaleza, todo sentido de humanidad por la serie ininterrumpida de impresiones de atrocidades”.
Cómo no te voy a querer
Cómo no te voy a querer, Iglesia mía, una y santa, una y católica, una y apostólica, si tú me has dado sentido y pertenencia; si tú me has llenado el corazón de ganas de perdonar; si tú conmemoras, a diario, en cada rincón de mi Patria, el sacrificio puro y santo de Jesús por el perdón de mis pecados.
Palabras necesarias
La carta del Papa Benedicto XVI a la Iglesia de Irlanda hará historia. Por varias razones, principalmente, por la valentía de un pontífice que —por amor— se ha atrevido a decir las cosas por su nombre. En la hora de la verdad, Benedicto XVI no duda un segundo en afirmar que los actos cometidos por algunos sacerdotes en Irlanda son crímenes abominables, ante Dios y ante los hombres. Así, sin rodeos, directo, contundente.
Fidelidad
Los pecados contra el sexto mandamiento se han multiplicado, incluso dentro de la propia Iglesia católica. Es una pena, una terrible pena. Pero se explica (aunque no se justifica) por la atmósfera súper erotizada que han creado los medios de comunicación. Todo vale con tal de que cumpla con acrecentar mi propio placer. Usar al otro, hacerlo objeto de mis apetencias, destruir la familia, acabar con la virtud, con el valor, con la práctica de la fidelidad…
Los enemigos
Los principales enemigos del cristianismo —dice Peter Kreeft en uno de los libros más interesantes que he leído estos últimos años, How to win the culture war (Como ganar la guerra de la cultura)— no son ni los liberales ateos, ni los que persiguen a los creyentes; bueno, ni siquiera los propios cristianos light. Los principales enemigos del cristianismo son el demonio y el pecado.
Crímenes en el Crepúsculo
El novelista, dramaturgo, cronista, conductor, ensayista y dramaturgo Francisco Prieto, una de las mentes más lúcidas del México de hoy, acaba de publicar bajo el sello editorial de Jus, Crímenes en el Crepúsculo, quizá su novela más dura, quizá la que muestra más a las claras el envés de la moral que subyace en la obra (y en la vida) del autor. Su labor, callada y a veces incomprendida, ha sido titánica: título tras título en las últimas cuatro décadas, Paco Prieto ha desplegado una comedia humana protagonizada por el tedio del mal en el mundo tecnológico de fines del siglo XX y principios del XXI.
México, ¿laicismo o violación de derechos humanos?
La polémica en México, desatada por la posibilidad de una reforma al artículo 40 de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos en el sentido de hacer de ésta una República “laica”, ha seguido su curso.
ZENIT-El Observador publica ahora la entrevista concedida a este medio por parte del profesor, investigador y ensayista Alejandro Soriano Vallés, especialista en tema del siglo XVII y uno de los más reconocidos biógrafos y estudiosos modernos de la figura de Sor Juana Inés de la Cruz, la llamada “décima musa” de las letras hispanoamericanas.
Decadencia
El cuarto Mandamiento es muy sencillo: «Honrarás a tu padre y a tu madre». Dije muy sencillo, porque es natural al ser humano honrar a aquellos que colaboraron con Dios para que tuviéramos el don inmenso de la vida. Pero nos lo han vuelto anormal. Y nosotros lo hemos permitido. Déjenme darles un ejemplo.