En la obra de teatro de Edmundo Rostand, Cyrano de Bergerac, hay un pasaje precioso en donde Cyrano, a instancias de su compañero de armas Lebret, realiza una defensa apasionada sobre la libertad que existe en aquel que evita entregarse al poder o al dinero para fingir lo que no es.
Lebret le dice que si su espíritu mosquetero se reprimiera un poco, tendría gloria y dinero. Cyrano contesta con el célebre monólogo del “No gracias”. Continuar leyendo