El pasado mes de septiembre, al participar en el evento “Los 300 líderes más influyentes de México”, el presidente Enrique Peña Nieto dijo que para combatir la corrupción se debe partir de reconocer que “es un asunto de orden cultural”; y llamó a construir “una nueva cultura ética” en la sociedad mexicana.
Muchos críticos y periodistas reaccionaron —y con razón— ante la consideración presidencial de implantar la corrupción en el seno mismo de nuestros usos sociales, en su génesis. Continuar leyendo