El doctor José Manuel Ramos Kuri, coordinador de la División de Bioética del Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV), es licenciado en medicina por la UNAM, maestro en inmunología, aspirante a doctor en biología molecular, todo ello en nuestra máxima casa de estudios de México. Además de la investigación y la docencia en el CISAV, continúa realizando un trabajo post-doctoral en el Mount Sinai Hospital de Nueva York, investigando el uso del gen Ras y el stem cell factor como posible terapia génica en enfermedades cardíacas.
¿Por qué una maestría en bioética ahora?
A mí me parece que uno de los principales problemas que está enfrentando la humanidad es la falta de ética. Esto repercute a todos los niveles. Lo vemos reflejado en situaciones más críticas como la violencia, los excesos políticos, así como cuando vamos al hospital, por ejemplo.
Ahí sí que falta la ética…
Hay muchos excesos. Llevamos a una persona mayor y pueden cometerse con él muchos excesos: encarnizamiento terapéutico, entubamientos innecesarios, excesos, cuando muchas veces lo mejor, lo más humano hubiera sido una muerte digna, en casa, rodeado de sus familiares. Hay muchos hospitales que te hacen firmar una carta en la que tú cargas con todas las responsabilidades y ellos con casi ninguna.
¿Y en la comunidad médica?
Sí, también, por desgracia estamos en manos de muchos médicos que se les olvida la nobleza de la profesión, a lo mejor no por mala voluntad, sino por presiones externas. El caso de las cirugías inútiles es muy aleccionador.
¿La maestría en bioética va dirigida exclusivamente a médicos?
Es importante que esta comunidad se interese por la bioética. Pero no tan sólo ellos. Va dirigida a abogados, profesionistas, políticos, biólogos, farmacólogos, químicos, empresarios, en fin, a todas las ciencias de la salud, enfermería, asistentes médicos, fisioterapeutas.
¿Profesionistas?
Sí. Se trata de un pensamiento nuevo y de una práctica nueva. La bioética abarca un campo muy amplio. La bioética, la ética médica, la ética jurídica, tienen una liga natural con los derechos humanos, con los derechos de la persona, en especial con los del embrión humano y con las personas de edad avanzada. Aborto y eutanasia son, por decirlo así, los dos temas más importantes que enfrenta la bioética. Pero no los únicos. El bioeticista da soluciones equilibradas, informadas, haciendo una buena mezcla de ciencia y humanismo en muchos ámbitos, desde la manipulación genética hasta las leyes de la sociedad.
¿No le parece necesario que se impregnen de ética otras ramas del saber?
Sí. En la maestría vemos a fondo la ética médica, la biotecnología, la ética jurídica en torno a la vida y, desde luego, la pertinencia de las aplicaciones de la bioética en cuestiones tan importantes como la creación y la operación de los comités de bioética en los hospitales; la investigación con seres humanos y en la farmacología, las aplicaciones a la sexualidad, a las enfermedades neuronales, los dilemas éticos clínicos, el principio y el final de la vida…
¿Y el ciudadano común?
A la sociedad le interesa mucho que haya personas bien formadas que puedan guiarla en la discusión sobre el inicio y el final de la vida. ¿Cuándo empieza la vida? Un embrión lo debemos considerar como ser humano. Porque es un ser humano. Pero no basta con decirlo; hay que demostrarlo científicamente. Lo mismo la cuestión de la eutanasia. Hay que darle herramientas a los comités de ética de los hospitales, a los médicos mismos, para que tengan claro cuándo sucede la muerte cerebral de la persona y, si es donador, cuándo ya se puede proceder a extraerle los órganos…
¿Qué argumento sobre el inicio de la vida en el embrión le gusta más?
La verdad, uno de carácter filosófico: «si no fuera ya un ser humano el embrión, nunca lo sería».
Creo, pues, sacar en claro que se trata de una maestría de urgencia…
Sobre todo porque hay que enfrentar una gran cantidad de problemas tecnológicos que se nos vienen encima. Por el avance científico no se ha hecho énfasis en lo ético. Parece que todo es posible aplicarlo al ser humano. Y la bioética nos dice hasta dónde y por qué. Vivimos un mundo de soluciones inmediatas. Y la bioética nos da soluciones de largo plazo. Son las soluciones más difíciles, pero son las únicas que construyen sociedad y esperanza.