Parece que la enfermedad de Steve Jobs, el genio de Apple, va en serio. Su baja médica pedida a mediados de enero hizo bajar el valor de la empresa de una forma vertiginosa. Sin embargo, Apple sigue siendo la segunda compañía más bursátil del mundo, solamente debajo de Exxon. La causa de que la empresa de la manzana esté por encima de muchas otras, por ejemplo de Microsoft, se llama Steve Jobs.
Fue despedido en los ochenta del siglo pasado; regresó en los noventa. A seis meses de la quiebra de Apple. Diseñó las computadoras más bonitas y más fáciles de usar; se metió al mercado del audio, del video, de las tabletas multifuncionales, de la música y de los teléfonos celulares. En todos ganó. Marcó el camino. Todos lo siguen a varias leguas de distancia. Pero nadie lo alcanza. Es un fuera de serie —cuentan— bastante difícil de tratar. Casado, con cuatro hijos, vegetariano, budista, contestatario. Conduce un Mercedes sin placas y lo estaciona donde se le pega la gana. Trató de curar el cáncer con hierbas. Pero el cáncer lo está derrotando. A lo mejor es la única derrota que admitirá este precursor de las comunicaciones del siglo XXI. Muchos lo dudan: sus admiradores son legión.
Como antiguo usuario de Mac, tengo un recuerdo vivísimo de la SE-10 que compré hacia mediados de la década de los ochenta. Desde entonces, el nombre de Steve Jobs me ha sonado como el nombre del sujeto que estaba detrás del sistema operativo de los iconos, del sistema amigable que alguien como yo que se dedicaba a escribir podía usar. Detrás del “ratón”. Jobs ha marcado una época: ha hecho que los aparatos electrónicos de la nueva era adquieran un estatus más allá de su utilidad: un estatus de belleza industrial. ¿Puede existir eso? Nadie lo creía hasta que Jobs llegó y puso en los escritorios de la gente unas computadoras entrañables.
La manzana ha sido, desde entonces, un signo de distinción, una especie de identidad que alimenta el imaginario de millones de usuarios en el mundo. Ha creado lo que ninguna otra marca: una especie de hermandad. Suena extraño, pero es verdad. Ahora que se supo de su baja médica más o menos indefinida, un silencio largo se hizo entre tantos seguidores-Mac. Dudan que haya sucesor de Jobs. También los inversionistas descontaron este supuesto en los mercados bursátiles del mundo. Gente como Jobs no pueden enfermarse. Primero, porque no hay quien los sustituya. Segundo, porque hacen perder tanto dinero a los inversionistas como los hacían ganar hace apenas un mes.