El célebre periódico londinense The Guardian ha tenido que recurrir a la inventiva para asegurar, así sea levemente, su futuro. Que una cabecera mundialmente famosa como la de este rotativo, que apenas hace tres años ganó el Premio Pulitzer, esté en problemas financieros mueve a pensar a fondo que algo malo está pasando en la industria periodística.
Pero que recurra a la filantropía para sobrevivir, francamente angustia a quienes se dedican a la edición de periódicos y revistas impresos en todo el mundo. El año fiscal pasado (que terminó en Gran Bretaña en abril de 2017) trajo consigo pérdidas cercanas a 45 millones de libras esterlinas para The Guardian. Había que dar un golpe de timón.
La estrategia pensada por los directivos y dueños del periódico consiste en crear una organización no lucrativa cuyo propósito será entrar en el mercado de la filantropía para llevar a cabo investigaciones sobre cambio climático o derechos humanos financiadas desde “afuera”, es decir, por fundaciones corporativas y centros de investigación que estén interesados en investigaciones de gran calado, para las que la empresa, por sí misma, ya no tiene los recursos suficientes para llevarlas a cabo.
El tema es tener una fundación sin fines de lucro para recaudar fondos que permitan este tipo de trabajos periodísticos —como la cobertura ganadora del Pulitzer sobre la filtración de Edward Snowden— tomando recursos externos, aportaciones de particulares o de empresas que no podrían haberlas hecho a una empresa —así sea noticiosa— con fines de lucro. Los donantes tendrán que ser sensibles a lo que The Guardian llama “un discurso de calidad” y no a la bazofia que, generalmente, se les sirve a los lectores.
Ese “discurso de calidad” proviene de la conciencia sobre el problema que representa que algunos de los temas de interés no reciban cobertura o que no haya información suficiente en la esfera pública.
Este nuevo enfoque no lucrativo de The Guardian coincide con el discurso que presenta a sus lectores: en lugar de un sistema de suscripciones para dar acceso a su sitio web, la empresa incluye un mensaje al final de sus artículos en el que piden a sus visitantes suscribirse o hacer alguna contribución financiera.
Un modelo novedoso, interesante, que apela a la conciencia de los bienhechores y no a la cartera de los anunciantes. Quizá sea el modelo a seguir en el futuro próximo para muchos otros medios. Sobre todo los que manejen un “discurso de calidad”.
Publicado en la revista Siempre!