El “vook” es la apuesta de otoño del grupo editorial Simon & Schuster. Se trata de una combinación de libro (book) más video. Desde hace tiempo, la versión digital de los periódicos y las revistas lo habían hecho. Ahora le toca el turno al libro, en una variante más de la era digital.
Según los impulsores del nuevo producto, no se trata ni de un libro digital ni de una película que adapte al libro a lenguaje cinematográfico o televisivo; se trata, justamente, de la combinación de ambas cosas. En el futuro cercano podremos tener un libro, por ejemplo Cien años de Soledad, que tanto gusta a los lectores de América Latina, incorporando escenas, e incluso el metraje completo de la película.
Los lectores digitales tipo Kindle o Sony-e Reader empiezan a ser superados porque solamente permiten ver las páginas de los libros en versión electrónica. Ahora habrá lugar para un mercado abierto de libros más películas basadas en las tramas de los mismos libros y en un mismo formato de reproducción. Interesante.
Desde luego quienes nos hemos educado y hemos vivido bajo el embrujo del texto impreso veremos esta nueva vertiente de la literatura con recelo. Pero hay que pensar en los jóvenes, en las nuevas generaciones enganchadas a la imagen. Si el “vook” tiene un mercado, ése es el de quienes hoy están alejados de la literatura, de aquellos que prefieren esperar a ver la película de A la orilla del viento que comprar y leer la novela de Ruíz Zafón.
En especial, la aceptación del “vook” ha sido ya probada en obras de no ficción, en ensayos y libros de difícil comprensión por parte de las nuevas generaciones. ¿Cómo funciona el “vook”? Digamos que de 17 capítulos que de una novela o un ensayo, doce son escritos y cinco en video, con lo que uno puede seguir la trama o el argumento en dos vertientes, sin dejar una por la otra.
Las combinaciones son inmensas, apenas si estamos en los albores del desarrollo del hipertexto fuera de la pantalla de las computadoras. Lo que podemos usar cuando navegamos en páginas electrónicas de periódicos o revistas, es posible trasladarlo a la literatura. ¿Eso alimenta la lectura, la educación, la sabiduría de los internautas? No lo sé de cierto, pero lo supongo. Cuando a la gente se la ha ido quitando su capacidad de enfrentarse a un libro convencional —sea de la índole que sea—, queda el espacio electrónico para acercarle productos que lo lleven a un mejor conocimiento de su entorno, a ser ella misma, a ser de otro modo, a ser más.
Es el cometido de la literatura, del ensayo, de la poesía, en fin, del universo impreso que ahora se expande.
Publicado en SIEMPRE! 11 octubre 2009 No. 2939