Las fotografías íntimas de Silvio Berlusconi e invitados, publicadas por El País español la semana pasada, han vuelto a levantar la polémica sobre los límites y los alcances del periodismo en relación a la vida privada de los personajes públicos. Las fotos, que habían sido prohibidas en Italia por interposición del abogado de Berlusconi, Nicoló Ghedini, reventaron en El País, y dieron la vuelta al mundo en cuestión de segundos (la página digital del periódico español registró, el viernes 5 de junio pasado, casi 4 millones de visitas, 300 por ciento más de lo normal). En ellas se muestran a mujeres semidesnudas tomando el sol, luego acompañando a “Il Cavaliere” Berlusconi, o a unos invitados varones en pelota.
Berlusconi, fiel a su costumbre, ha respondido diciendo que se trata de un ataque cruel y desmedido a Italia; sus periódicos, cadenas de radio y de televisión han dicho que el asunto es de “cabareteras” y su abogado ha lanzado una propuesta de acciones legales contra el tabloide español en su versión digital.
Pero no va a pasar nada. En principio, porque será muy difícil demandar a El País por publicar fotos en la red digital (algo así como lo que quiso y no puedo hacer aquí el gobernador de Veracruz por un video de You Tube en donde se parodiaba su gestión política con la canción de una película mexicana reciente). En seguida, porque el cinismo de Berlusconi hace varias décadas que pasó por encima de cualquier elemento de contención. Y, finalmente, porque en Italia todo puede suceder, excepto aquello que debería suceder (que a Berlusconi lo mandaran al exilio en la Villa Certosa, en Cerdeña, donde un paparazzi le tomó las fotos).
Se le acusa no de vituperar la imagen del primer ministro de Italia; no de faltas a la moral pública en ejercicio de su cargo; no de adulterio o de corrupción de menores (su esposa, presentó una demanda de divorcio porque, según ella, Berlusconi “frecuentaba a menores” de edad), sino de usar aviones propiedad del gobierno italiano para llevar amigos, artistas y gente de la farándula a su mansión sarda. Es lo más infantil de lo que pueden acusar a Berlusconi (ha de tener una flotilla de aviones más grande que la de Alitalia: su fortuna personal se calcula en 13 mil millones de dólares).
El periódico español define su postura diciendo que son fotos de interés global y que, finalmente, quien se mete en la política debe saber que su vida se vuelve transparente al escrutinio público. Los defensores de Berlusconi dicen que “Il Cavaliere” tiene todo el derecho de invitar a la joven que quiera a pasearse sin traje de baño en su finca de recreo. Sin embargo, el problema de fondo es otro: es desfiguro total de la primera magistratura de un país como Italia. Sin referencia moral alguna, ¿cómo se puede aspirar a gobernar? Muy sencillo: a golpe de billetes. La plutocracia en pleno, con un leve, muy leve contrapeso de los medios, preocupados, también, en hacer dinero fotografiando miserias privadas de actores públicos.
Publicado en la revista Siempre! (19 de junio de 2009 Núm.2922)