Acabó una edición más de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. Con los escándalos de las declaraciones de Vallejo y las indicaciones de Vargas Llosa sobre el peligro del narcotráfico en todo el continente, con las grandes colas para obtener un autógrafo y las casetas de algunas editoriales abarrotadas de público ¿lector?
La FIL es un lujo para Guadalajara y para el resto del país tenerla cada año. Pero un lujo muy limitado. Gente cercana a la FIL en Jalisco me ha dicho que para gran cantidad de personas que asisten, la Feria es un acontecimiento social. La lectura queda, digamos así, relegada a segundo término. México se va despoblando de lectores. Las estadísticas no mienten:
• Somos último lugar en lectura de las 30 naciones que componen el llamado “club de los ricos” (últimamente, bastante deteriorados) que es la OCDE.
•En México existe, apenas, una librería por cada 71 mil habitantes.
•En España hay una librería por cada 10 mil personas y en Argentina, una por cada 19 mil.
•Cerca de 12 por ciento de niños entre 6 y 12 años de edad en México no saben leer.
• De los que no saben leer mayores de 15 años son 7 de cada cien hombres y 15 de cada cien mujeres.
• El promedio de lectura anual es de apenas medio libro por mexicano.
• Seguimos siendo un país de segundo de secundaria (en promedio de escolaridad).
Podría seguir hasta la náusea. La verdad es que todo el mundo sabe, más los impresores, los editores, los escritores y los libreros, que ese feliz encuentro del que habla don Gabriel Zaid (el encuentro de libro y lector), es escasísimo en nuestro país. La FIL podría ser un revulsivo. Todo está puesto para que lo sea. Pero no se reproduce en otros lugares de México. Las ferias del libro en lugares de provincia —lo digo con absoluto conocimiento de causa—tienen mucha buena voluntad pero un pobre nivel de organización, exposición, oferta de libros y de formación de lectores. Terminan vendiendo a Osho y a la Biblia escrita en un grano de arroz.
La clave está en la formación de lectores. En alguna ocasión mi maestro que fue don Pedro Laín Entralgo nos decía que la lectura cumplía tres funciones: la de hacernos nosotros mismos, la de hacernos otros y la de hacernos más. Es una aventura y un regalo de libertad. Pero eso no lo hemos podido difundir en México. Es una enorme asignatura pendiente que traemos y que nadie parece querer apadrinar. Y es que buenos lectores no son buenos usuarios de la televisión. Y a los buenos lectores les da por ser ciudadanos de tiempo completo.
Publicado en Revista Siempre!