Una película muy famosa, con Charlton Heston como protagonista, se llamó en español “Cuando el destino nos alcance” (1973). Aunque se trataba de un futuro donde no había alimentos y una sola compañía decidía sobre vida y muerte de 40 millones de neoyorquinos que habitaban la urbe en 2022, lo cierto es que advertía –si se quiere de una manera exagerada— los riesgos de un poder que desprecia la dignidad de las personas y las desecha en cuanto “dejan de servir”.
A cuatro años que se cumpla fecha de la película, pareciera ser que estamos cerca del mundo que prefiguraba. Sobre todo, por la acelerada sustitución de la inteligencia artificial y la robotización de los procesos industriales, comerciales, de servicios y caseros que vemos venir. Empleos tradicionales, que requerían personas, están quedando atrás. “Las máquinas, dice la gente, nos están dejando sin trabajo: ¿qué vamos a hacer?”
Sin obviar la preocupación de las personas, sobre todo quienes, por nuestra injusticia, no tienen la capacidad educativa para auto emplearse libremente, o para emprender un proyecto personal, comunitario o familiar (millones en nuestro país), la automatización del trabajo también abre grandes posibilidades para dejar de ser una sociedad proveedora de trabajo barato y comenzar a educar a las nuevas generaciones con otra estructura de pensamiento, con la capacidad de ser libres y responsables de su propio destino.
Ahora que estamos vislumbrando cambios políticos; cuando los millennials no quieren seguir siendo apresados por la demagogia ni por la industria depredadora, debemos impulsar una genuina reforma educativa. Elevar a rango de prioridad nacional la educación y hacer de México tierra de oportunidades. La primera libertad de todas las libertades sociales del ser humano es no ser una máquina que se desgaste y muera… sin haber vivido el bien.
Publicado en El Observador de la actualidad