José Alfonso Eufemio Nicolás de Jesús García Robles , Alfonso García Roble, nació el 20 de marzo de 1911, en Zamora, Michoacán, cuando apenas comenzaba la Revolución Mexicana. Murió en la Ciudad de México el 2 de septiembre de 1991, cuando apenas se disipaban los humos de la Guerra del Golfo Pérsico. En sus 80 años de vida pasó dos guerras mundiales y, por supuesto, supo de y después vio las imágenes del hongo nuclear levantándose el 5 de agosto de 1945 sobre Hiroshima y, pocos días después sobre Nagasaki.
Diplomático, experto en Derecho Internacional, García Robles, justamente en ese año de 1945 participó en la creación de la Organización de Naciones Unidas. En Nueva York conoció a su esposa, la peruana Juana María Szyszlo, con la que se casó en 1950 y de la que tendría dos hijos. Pero su carrera y su celebridad estuvieron guiadas por un solo objetivo: el desarme nuclear.
Tratado de Tlatelolco y el liderazgo de América Latina
En 1957, el gobierno mexicano hizo regresar a García Robles de su trabajo en la ONU para que se ncorporara a la Secretaría de Relaciones Exteriores como director en jefe de Asuntos de Europa, Asia, África y Organismos Internacionales. García Robles fue el embajador de México en Brasil entre los años 1961 y 1964, y se hizo cargo de la Subsecretaría de Relaciones Exteriores en 1970.
A lo largo de este segundo período abordó asuntos multilaterales como los trabajos sobre desarme que se desarrollaban en las Naciones Unidas y encabezó la delegación mexicana en el Comité de Desarme. Presidió también las reuniones para la desnuclearización de América Latina celebradas en México a partir de 1964, que culminarían con la firma del Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina (1967), conocido como Tratado de Tlatelolco.
El Premio Nóbel: un reconocimiento mundial
En 1975 fue nombrado secretario de Relaciones Exteriores; no por ello abandonaría sus responsabilidades en la ONU. Desde enero de 1977, como representante de México en la ONU, participó ante el Comité de Desarme de Naciones Unidas con sede en Ginebra. La experiencia que había acumulado le valió que fuera considerado como el decano de los diplomáticos especializados en desarme y, en 1978, su constancia aseguró el acuerdo en la Primera Asamblea General de la ONU sobre desarme.
Nombrado embajador emérito en 1981, su carrera se vio coronada en 1982 cuando el Parlamento noruego decidió otorgarle, compartido con la socióloga sueca Alva Myrdal, el Premio Nobel de la Paz, por su labor en pro del desarme internacional. Es el único mexicano que ha ganado este premio y el Tratado de Tlatelolco sigue siendo vigente en América Latina, primera área desnuclearizada del mundo, gracias al tesón de don Alfonso.
Frases del mexicano que quiso desarmar al mundo
- Sólo la movilización de la opinión pública mundial podrá evitar una catástrofe mundial
- Nunca antes se ha visto la humanidad enfrentada, como hoy, al peligro real de la extinción provocada por ella misma. De ahí que la disyuntiva sea que el mundo acabe con las armas nucleares o éstas acaben con el mundo.
- Es absurdo pretender la seguridad nacional aumentando la inseguridad internacional.
- Los arsenales nucleares acumulados bastan y sobran para producir no una, si no muchas veces, la muerte total del planeta, por lenta o instantánea desintegración.
- Las armas nucleares no tienen objeto militar alguno, ya que sólo un loco podría pensar en su utilización, que implicaría el suicidio universal.
- Los arsenales acumulados podrían aniquilar a unos 240,000 millones de seres humanos, es decir, un número (actual) 32 ves veces mayor que la población total del planeta
- Tarde o temprano una falla técnica puede provocar un accidente de consecuencias imprevisibles; por eso no es posible ofrecer una garantía general de que el equilibrio se mantendrá eternamente, y nadie debería hacer declaraciones tranquilizantes sobre esa base
Tomada de Gaceta UNAM, 16 de enero de 1984 (p. 1 y 3)
Publicado en El Observador de la actualidad