La soledad en la que vive Donald Trump debe ser espantosa. Porque solamente alguien que vive como el patriarca de García Márquez puede conducirse tan irrespetuosamente no sólo frente a los derechos y la dignidad de los otros, sino en contra del propio puesto al que llegó y a sus reglas, las escritas y las no escritas.
El método comunicativo del bravucón es, justamente, el del que vive amurallado y con miedo. La amenaza, el uso de la fuerza, el imperativo y la (supuesta) venganza si no llegan los demás a alinearse a su juego. Es el bluf de las cartas. La mentira disfrazada de venganza. La debilidad estructural que no atina a ser digerida y, por lo tanto, se expulsa como poderío y autoridad sin contexto.
Las acciones ejecutivas que ha emprendido, desde la salida del TPP, hasta la negación temporal de entrar a Estados Unidos a personas de seis países de mayoría musulmana (e indefinidamente a personas provenientes de Siria), hasta el muro fronterizo o la renegociación del TLC, carecen de bases legales, políticas, jurídicas, históricas e institucionales.
Es decir, son bravuconadas que pueden ser llevadas a cabo. Pero también que pueden diluirse hasta convertirse en agua de borrajas. Mientras tanto —coincidiendo con lo que hizo en su campaña a la presidencia— Trump goza —sin pagar un céntimo— de primeras planas en todo el mundo. Era lo que buscaba. Y es lo que está logrando.
Como buen gallito de traspatio, Trump se cree un chico listo. Más listo que todos. Que puede hacer y deshacer, como hacía en sus empresas. Pero no ha entendido —ni va a entender— que este mundo es el mundo real, no el de la farándula ni el de las “estrellas”. Tampoco el de los millones o de la economía ficción de un casino.
Y que muchos millones de personas podrán salir lastimados por sus miedos infantiles, por su infantilismo psíquico, por su tozuda deshonestidad con respecto a sus sentimientos. Los científicos atómicos que manejan el llamado Doomsday Clock, el reloj del día del juicio final, ya adelantaron las manecillas 30 segundos hacia la medianoche (la autodestrucción del planeta) justamente a causa de Trump y de sus dichos, de su ignorancia culpable sobre el armamento nuclear y su negativa necia a siquiera a considerar la existencia del cambio climático.
Él seguirá en lo mismo, hasta que no haya quien le dé una primera plana. Porque lo peor que le puede pasar al bravucón es que nadie le haga caso.
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