La pasada ceremonia del Grito de Independencia trajo un inusitado fervor comunicativo —a través de redes sociales— de los asistentes a las plazas públicas donde se llevaron a cabo en estados y municipios, en delegaciones y jurisdicciones políticas del país.
Ya había sucedido, pero esta vez fue marea: las consignas antigubernamentales y la respuesta pública ante los personajes que asomaban al balcón para vitorear a “los héroes que nos dieron Patria”, encontraron ahora en lugar de un “¡Viva!”, un sonoro, irrevocable y lapidario “¡Muera!”.
Tengo el video tomado con celular del Grito en Tuxpan, de Rodríguez Cano, Veracruz (tierra del político y pensador liberal por antonomasia del siglo XX, Jesús Reyes Heroles). Las clásicas consignas son echadas a vuelo por el alcalde Raúl Alberto Ruiz Díaz. Pero en lugar de contestar la gente (o al menos en el grupo donde se tomó el video, aunque se siente que es mayoritaria la respuesta) “¡Viva México!”, se escucha, claro y contundente: “¡Muera el mal gobierno!” (arenga que, por cierto, fue centro del llamado a la insurrección de don Miguel Hidalgo y Costilla).
Es un foco rojo de alerta. De alarma. En el momento que se supone la cima del patriotismo, la gente, en lugar de encenderse con el espíritu de la noche del 15, lo hace con el deseo de constatar, ante sus gobiernos, que está harta de corrupción.
La primera forma de expresión del estallido social es el estallido verbal. Olvidar algo tan elemental, es suicida. A nadie conviene este grito. Pero ya nadie lo puede callar con represión y cárcel, como antaño. Las redes están ahí y contra ellas, las macanas y los gases lacrimógenos no sirven.
Publicado en Revista Siempre!