Svetlana Alexievich (Ucrania, 1948), la escritora y periodista bielorrusa recientemente galardonada con el Premio Nobel de Literatura 2015 estuvo en México en marzo de 2003 para dar una conferencia en el ciclo “Cartas del destierro”, que la Casa Refugio Citlaltépetl organizó en el Palacio de Bellas Artes.
Hasta donde se sabe, en español, solamente se ha traducido su libro Voces de Chernóbil (Siglo XXI) en donde reúne testimonios de distintos personajes relacionados con la catástrofe del reactor nuclear ruso, ocurrida la noche del 26 de abril de 1986.
Sin embargo, el libro que catapultó a la fama —aunque en este lado del mundo sea poco conocida— fue su investigación, ensayo, reportaje, novela sobre las experiencias de mujeres durante la Segunda Guerra Mundial en La guerra no tiene rostro de mujer (1988).
Como suele suceder en gran cantidad de autores tocados por una experiencia capital, los libros de Alexievich comparten las mismas preguntas: ¿qué hacer ante tanto dolor sin reconocimiento, inútil, profundísimo? ¿Cómo sobrevivir a las sacudidas de la historia como individuos que “ni la deben ni la temen”? Es sobre estas preguntas sobre las que Svetlana Alexievich reflexionó en su conferencia en México. Porque también escribió un libro sobre el desastre ruso en Afganistán, y ha seguido haciendo reportaje sobre el dolor de la gente. He aquí dos perlas enormes, una para los periodistas de la nueva era, otra para quien quiera penetrar, desde la literatura, en el corazón humano (¿qué es, finalmente, la literatura sino eso):
“Considero que el escritor, por supuesto, siempre está condenado a la soledad, pues tiene que encontrar en soledad palabras para explicar lo que ocurre. A veces, claro, le invade la impotencia de las palabras. Puede parecer que las palabras no son capaces de mucho, que hoy en día son impotentes. Pero creo que si no se buscan esas nuevas palabras, el mundo será más temible…”.
“Hay que aguzar el oído a lo que dicen las personas. Escuchar otra vez de dónde sacan valor para vivir. Y, en general, es preciso amar… Es lo único que puede salvarte en cualquier parte. Incluso en el exilio…”.
Publicado en Revista Siempre!