Saltamontes

elecciones2012bLa actividad política en nuestro país se ha enrarecido de tal forma que ya vemos “normal” que un gobernador deje abandonado al Estado para el que fue elegido por seis años completitos, e irse a servir a su jefe, el presidente. “Escaló” un peldaño, solemos decir. “Va para la grande”.

Perdón: ¿qué es “la grande”? Sí, lo sé, la silla de Los Pinos. Pero, ¿no era más importante el electorado, el pueblo, la materia prima de la democracia, que el llamado de un supuesto “jefe”? Pues el presidente será jefe del ejecutivo, pero no lo es ni del legislativo, ni del judicial. Tampoco en una república federal de los gobernadores. En realidad, él no los eligió (como a sus colaboradores). Los eligió —supuestamente— la voluntad popular. Yo pregunto: ¿qué nos pasa? ¿De verdad estamos tan escasos de pantalones, de faldas, de valor para exigirle a un político que cumpla su mandato constitucional?

Vamos a ver: usted me invita a comer a su casa. Yo acepto y cuando llega el postre le digo que ya me voy, porque me gusta más el postre que hace el vecino. Y que, además, el vecino es mi amigo y me puede colocar en un puesto de trabajo que ando buscando para no tener que aceptar invitaciones a comer con gente como usted. ¿Qué me diría? ¿Me volvería a invitar?

Pues eso hacen algunos saltamontes de la política mexicana. Van a dónde les diga el “jefe”. Hacen lo que les dice el “jefe”. Mueren por una recomendación. Por mandar sin servir. Por mandar sirviéndose de la gente que los contrató por tres, por seis años. Es una vergüenza nacional. Es un descrédito internacional: los inversionistas, por ejemplo, se preguntan: ¿y ahora, con quién voy a tratar?

Pero no seamos ilusos: en arca abierta el justo peca. Y el político mexicano… Hace tiempo que sucede esto sin que chistemos. Es una práctica perniciosa que solamente ahonda el ego y la idolatría al “preciso”, “jefe de jefes” y no primer mandatario, es decir, el que cumple con la misión de servir primero a los intereses de la nación. Por eso luego se creen dioses. Y su voluntad está por encima de todo.

Publicado en Revista Siempre!