Antaño, hace apenas un lustro, menos quizás, una estrella seguida por millones de fanáticos —sea de cine o de televisión— tenía que haber hecho una carrera, estudiado en una universidad, haber realizado labores de intendencia, de jala-cables, de manager de piso, de apuntadora, de recogedor de los desperdicios de las pizzas que se comió la tropa tras una jornada de quince horas en el estudio…
Hoy, basta una cámara personal, quizá la de un teléfono móvil, una historia contada, subirla al YouTube y esperar a que haya seguidores. Si las historias son buena, el “youtuber” ya puede vivir de ellas, haciendo de su página o de sus producciones genere una rentabilidad que muchos cineastas consagrados ni siquiera soñaron tener.
Chicos de 23 años como el español Miguel Ángel Rogel que ha logrado tener 3.2 millones de suscriptores a su canal de YouTube y nueve millones de visitantes cada mes, personas de todo el mundo que miran sus productos hechos desde un pueblito de Granada. Varios como él son ahora las estrellas del momento: jóvenes que graban historias, las ponen en Internet y viven de sus suscriptores. Los productos colgados en la red pueden ser de toda índole, desde experiencias personales, hasta historias de ficción, pasando por consejos de belleza, uso de aparatos tecnológicos, métodos de estudio, trucos para videojuegos y un larguísimo etcétera.
Como es de suponer, los “youtubers” de mayor éxito han jalado ya marcas y publicidad que se despiden, rápidamente, de los circuitos comerciales conocidos para ir poniendo, cada día más, sus capitales en estos modernos productores de comunicación que no provienen del área de la comunicación. Es, por así decirlo, el boom de la creatividad, no siempre acompañada de contenido, pero sí de humor, buena disposición a mostrar caminos inéditos en el mundo de la tecnología y sí, una enorme dosis de creatividad.
Por vez primera en la historia de los medios de comunicación, la posibilidad de expresión está a la mano de cada uno de nosotros. Ya no hay que pasar por los pesados y onerosos organismos institucionales para ser “comunicador”. Lo cual representa, también, un arma de doble filo: puede haber grandes productores en potencia, pero también grandes embaucadores de gloria efímera y riquezas brutales en el Olimpo-online
Publicado en Revista Siempre!