Me ha traído a mal traer el caso de Pedro Ferriz de Con. La verdad, era un tipo al que le admiraba sus pilas bien cargadas y su capacidad de trabajo. No así su modo de tratar las noticias, siempre editorializando, se tratara de coches, modas, ataques terroristas, impuestos, visitas papales o nuevas formas de comercializar el mezcal. Es imposible —e injusto— que un conductor sea, él mismo, la nota. Se nota muy fácilmente. Y elimina la nota.
Pero lo que han hecho con él y con su familia es una salvajada. No sé —ni me interesa— qué hay detrás (o quién está detrás) de las filtraciones de las llamadas de Ferriz a su amante. Lo que sí puedo decir es que se trata de un delito y que nadie puede ser juzgado ni separado de un puesto por un delito que cometieron otros. También me duele muchísimo escuchar la defensa que hizo su mujer en un programa del grupo Imagen, del cual ya salió Ferriz.
Recuerdo la frase de Chesterton: “los que atacan a la familia no saben lo que hacen, porque no saben lo que deshacen”. El propio Ferriz atacó a la suya, pero puede pedir perdón y ser reconsiderado en adelante; los demás, los que ventilan la doble moral de Ferriz, defendiendo el Teletón o los valores morales, son los verdaderos deshacedores de familias. Porque lo que están propalando es algo así como una determinación de la cual no se puede salir ya más, una justificación social del engaño, una estupenda coartada para fomentar el desprecio por la sociedad natural: “si Ferriz lo hizo, ¿por qué yo no le voy a pintar el cuerno a mi señora?”.
Lo que falta en todo este espectáculo es ética periodística por un lado y respeto a la intimidad, por el otro. A Ferriz y sus deslices los juzgará su familia, a los que filtraron y difundieron sus llamadas, los juzgará la historia. Porque este tipo de ataques a la vida privada no suelen quedar impunes. Se regresan, como un búmeran.
Publicado en Revista Siempre!