Cuando al Papa Francisco le preguntaron si “le hacía sombra” Benedicto XVI, respondió lo que el Espíritu Santo inspira en los hombres libres: al contrario: cercano es una riqueza inestimable; “es como tener al nono (abuelo) en casa”. ¿Cuántos abuelos conviven al lado y desperdiciamos, fríamente, por tonterías de la tele? Ahí vemos jovencitos danzando, riendo, besándose, exponiendo el cuerpo al sol como único significado de vivir. Los ancianos son pesados. Con ellos no hay fiesta.
El Papa Francisco habló de una de las grandes taras de nuestra civilización occidental, supuestamente cristiana; una “civilización que se pasó de rosca”: descartar los mayores. Con tan tonta estrategia (que responde a lo que quieren los mercachifles televisivos), estamos perdiendo la experiencia, la sabiduría, el dolor sacrificado y ofrecido, la alegría del que contempla una obra y no tiene ya que justificarse en nada; el inmenso sedimento que deja en el alma los años de vida viendo por los demás…
Me avisa el Padre Tomás de Hijar que fueron ya las bodas de oro episcopales de monseñor José de Jesús García Ayala, obispo emérito de Campeche, que vive en Zamora, con 103 años de edad y que es, hasta donde él sabe, el obispo más anciano del mundo )y aun está lúcido). Platico con el arzobispo emérito de San Luis Potosí, don Arturo Szymanski Ramírez, y me encuentro con sus 53 años de obispo, lo cual lo hace el decano del Episcopado Mexicano (y, quizá, de todo el mundo). Acaban de celebrarse los 30 años de ordenación episcopal de don Mario de Gasperín y Gasperín, obispo emérito de Querétaro… ¡Qué riqueza está en ellos! ¡Y qué poco caso les hacemos! Perdón señores, perdonen todos nuestros mayores. Nos pasamos de rosca con ustedes. Y con tantos…
Publicado en El Observador de la Actualidad