Los estudios señalan que noventa y cinco de cada cien anuncios publicitarios de la televisión no son recordados por el público. Es decir, solamente cinco de cada cien tienen la suerte de ser recordados, y eso por un lapso no mayor a las veinticuatro horas posteriores a ser vistos.
La pregunta es: ¿por qué se gastan millonadas en estos instrumentos de publicidad que fallan noventa y cinco veces de cada cien? Imagine un jugador de beisbol con ese porcentaje. Tendría que tener en las manos, en lugar de un bate, un palillo. O un futbolista que fallara nueve de cada diez pénaltis que ejecutara…
No hay respuesta fácil. Todo apunta al convencimiento por saturación. Veo tantas veces un banco anunciado por la tele que termino por creer que sus propietarios se encaminan a la santidad. O un perfume y me siento ilimitado en el arte de la seducción. Pero no todo termina ahí. Menos en la arena política mexicana, donde los estrategas piensan que hacer política es hacer spots.
La recta final se acerca, y con ella la indeclinable presión de las miríadas de anuncios de los que piden el voto para ellos. Con este alud, pocos recordarán qué quiere quién para su pueblo. Los cuatro candidatos se dicen la mejor opción y le tiran basura a los otros tres. Josefina a la cabeza. Pero, ¿es que así se gana una elección? ¿Es que así se construye un proyecto de país?
La mira tan corta que han puesto los candidatos en su comunicación de campaña, amarra, indefectiblemente, el plazo corto de sus decisiones políticas cuando uno de ellos o ella accedan al poder ejecutivo. En la forma viene dado el fondo. Si hoy apuntan todo a la mercadotecnia y nada al proyecto, serán lo que van a ser: presidentes de mercadotecnia. Productos comerciales. De rango de vida muy corta.
El “cortoplacismo” le ha hecho un daño terrible a México. La sospecha es que las decisiones se toman para hoy. Mañana será otro día. Otra ocurrencia. Gane quien gane la presidencia del país, lo primero que tendría que hacer sería convocar a un gran pacto nacional que involucre a todas las fuerzas políticas. Falta que quieran los perdedores.
Sin embargo, ahora existe la fuerza de las redes sociales. Ellas y sus usuarios, los jóvenes que tan claramente se han opuesto a la inequidad informativa, serán las encargadas de fomentar la auditoría social del poder. Y de presionar para que un pacto así se firme. Por sí mismos los políticos no lo van a hacer. Van a guerrear. Con spots, como ahora, o con balas, como hace ciento dos años. Es la hora de la sociedad. Es la hora de las redes sociales. O habrá pólvora.
Publicado en Revista Siempre!