Primavera

El tema de los universitarios indignados ha ocupado, últimamente, las primeras planas de los periódicos. Tras los sucesos en la Universidad Iberoamericana y las protestas en distintos sitios del DF y el país, denunciando la inequidad en los medios, los analistas han declarado que la «primavera mexicana» ha llegado. Esto en alusión a la «primavera árabe», que trajo como consecuencia principal la caída del régimen de Hosni Mubarak en Egipto, así como las revueltas en Túnez, Libia o Siria.

Es importante señalar que 14 millones de jóvenes votarán por primera vez en estas elecciones. Y que han olfateado lo que es una verdad del tamaño de una catedral: que los medios electrónicos, en especial la televisión comercial, ponen y quitan candidatos, presidentes, gobernadores, a su antojo. O, más bien, al antojo de los enormes intereses económicos que defienden. Cualquiera que haya asistido –yo lo he hecho—a una comida del Presidente de la República con la Cámara que agrupa a los concesionarios de radio y televisión del país, se dará cuenta de la insana cercanía, de la muy antigua complicidad que los une. Sea del color que sea. El Presidente sabe que con los barones de la imagen y del audio (casi son los mismos) no se puede meter, porque va a salir como el cohetero.

Y los jóvenes (dirigidos o no, lo mismo me da) han dicho lo que los mayores hemos callado por miedo: ya basta. Si México va a salir del atolladero no será porque la tele imponga Presidente, sino porque debemos elegir a alguien que conduzca un acuerdo nacional de paz con justicia, de reconciliación, de respeto a la dignidad de la persona, de generación de buenos empleos y que persiga el salario justo para los trabajadores y sus familias; alguien –hombre o mujer—que sea capaz, de una vez por todas, de erigir la educación como política pública prioritaria.

Los universitarios indignados han dado en el clavo. No se predica con la boca, se predica con la existencia (eso lo decía Kierkegaard). Y la existencia de un sistema injusto se debe a que hemos hecho caso a las imágenes, a las palabras huecas, y nos hemos desentendido de participar en moldear nuestro destino. También a ese inmovilismo dijeron: ya basta. ¿Es una primavera real? El 2 de julio lo veremos.