El Anuario Pontificio de 2010, que acaba de ser presentado al Papa Benedicto XVI, da cuenta de un crecimiento en el número de católicos que habitamos el mundo. En 2009 éramos mil 181 millones. En 2010 llegamos a mil 196 millones; 1.3 por ciento más. Seguramente, en 2011 habremos rebasado los mil 200 millones. ¿Y ésta es la Iglesia que «va a la baja»?
Bueno, nos dirá la crítica: lo único que muestran estas cifras es que ha crecido el número de crédulos, pero lo que sí debe estar bajando son los sacerdotes, por el desprestigio de la pederastia, etcétera. Pues no. Los sacerdotes aumentan. En 2010 sumaron 412 mil 236, contra 410 mil 593 en 2009. Elevación discreta pero importante de 0.4 por ciento en un año. A pesar de los pesares.
Europa y América se han estancado (Europa ha retrocedido), pero África y AsIa van para arriba. Estos dos continentes, antaño tierras de misión, son ahora los nuevos bastiones del catolicismo. Sigue con firmeza creciendo el número de seminaristas. En 2010 había 118 mil 990 estudiantes de filosofía y teología en el mundo, cifra jamás alcanzada por la Iglesia católica (y por ninguna otra iglesia).
Nos dijeron que, con la llegada de Benedicto XVI al pontificado, la Iglesia se volvería un coto cerrado para teólogos. No más no ha sido así. Que las audiencias públicas del Papa se iban a quedar vacías. Han subido 30 por ciento los espectadores que cada miércoles abarrotan San Pedro. Que el Papa no iba a viajar y, por tanto, la semilla sembrada por Juan Pablo II se iba a perder. No obstante sus casi 85 años, anda por encima de los 25 viajes internacionales…
A mí me dejan muy perplejo los comentarios de los que opinan en nuestros medios de comunicación sobre el fin del catolicismo. ¿No leen, no se informan, no entienden? Hoy quieren espantar con el «petate del muerto» de que nadie va a ir a ver al Papa en su visita a México esta semana. Y la próxima, cuando tengan testimonio de la fe del pueblo sencillo, bosquejarán la teoría del «acarreo por indulgencias» o de la «ignorancia». Teorías que, como poco, eran obsoletas en el siglo XIX. Pobres: el ignorante más ignorante es el que ignora que es ignorante. Y estos amigos son así. En grado superlativo.