“Hay muchas cristiadas y muchas explicaciones variables de ellas”, escribió Jean Meyer. Es tanto como decir: hay tantas cristiadas como interpretaciones de esta guerra que dejó 250 mil muertos en un espacio de tres años (1926-1929). Nosotros crecimos con una sola cristiada: la oficial, la de los libros de texto, que la despachaban en unas cuantas líneas: hubo un levantamiento patrocinado por los obispos que no querían cumplir la ley… etcétera. Poco a poco, hemos sabido que fue una revuelta contra un gobierno tiránico, que creyó su mentira: la Iglesia solamente atiende a las viejecitas y a los adinerados.
Una buena lectura de la cristiada son las 19 cartas que encontró el padre Carlos Vera Soto, MSpS, en el archivo de los padres josefinos en Roma, escritas por Concepción Cabrera de Armida a dos obispos (el de León, Emeterio Valverde, y el de Tabasco, Pascual Díaz) durante el conflicto. Son 19 joyas de la vida íntima de una católica de excepción que veía cómo lo más preciado –la fe— se le intentaba arrebatar al pueblo. El contexto que hace el padre Vera Soto sobre el conflicto y los arreglos, así como de los mártires reconocidos, en extensión de los miles de mártires anónimos, es un preámbulo para entender el dolor de doña Conchita.
¿Qué fue la cristiada? Un levantamiento popular, nacional, de legítima defensa del pueblo a su derecho de libertad religiosa. Las cartas de Conchita (ya venerable de la Iglesia católica, en camino de santidad) muestran el papel del seglar en un conflicto tan parecido al que vivimos hoy en México: el acompañamiento de la oración. Muchos católicos nos preguntamos: ¿yo qué puedo hacer? El libro del padre Carlos Vera Soto desmitifica la cruel idea de que una mística nada tiene que ver con el dolor del mundo. Como la de que un católico tampoco tiene «vela en el entierro» en modificar la vida pública hacia la justicia. En esta celebración de Jesucristo Rey del Universo bien haríamos en releer la gesta heroica de un pueblo fiel por preservar la fe. El libro Espero contra toda esperanza, además de cumplir ese objetivo, nos dará una gran luz. La luz de la mística mexicana Conchita Cabrera de Armida, madre de familia, empresaria, fundadora y, sobre todo, apasionada de Jesús.