Balaceras

La reciente refriega armada que tuvo lugar en las afueras del estadio de futbol del equipo de Santos, en Torreón, ha tocado el corazón de México. La gente se pregunta, y con razón, hasta dónde va a llegar el crimen organizado en su tarea de esparcir el terror. Porque, finalmente, de eso se trata: de apoderarse de las calles, de los comercios, de las vidas de los ciudadanos, atrincherarlos en sus casas para volverse amos y señores de la Patria. Mal que nos pese, los narcotraficantes están ganando la batalla mediática.

Sobre todo porque los ciudadanos, cada día con más frecuencia, suben a YouTube imágenes del terror vivido desde adentro, es decir, desde su propia condición de ciudadanos. Por ejemplo, en el estadio de Torreón han sido innumerables los videos captados por la gente que se resguardaba tras las butacas, pecho tierra, en los fosos que dividen las tribunas del terreno de juego. Los comentarios, los gritos, las peticiones de auxilio con el telón de fondo de las detonaciones, son sobrecogedores.

Ya no nada más contamos con la versión de la televisión comercial, como en el caso de la trunca emisión de TV Azteca en la que se escucha a los comentaristas apesadumbrados sobre lo que está pasando en México y se ve correr en desbandada a los jugadores de Santos y Monarcas.

Contamos con versiones grabadas de todo tipo. En todas ellas puede olerse, contemplarse, casi tocarse, el terror. Aficionados que acudieron al estadio (a menudo el único lugar al que pueden acudir para divertirse con la familia, viendo el partido quincenal que juega el equipo de casa en la Primera División), salieron de él, horas después, con el miedo pegado a sus ropas.

El miedo es, pues, el principal ingrediente de la hora actual de México. El miedo a todo: a viajar, a salir de noche, a ir al estadio… Nadie puede culpar a la gente que ha hecho de las cámaras de video de los celulares su único aliado para enfrentar al crimen. Se trata, cierto, de una defensa desesperada. Captar el instante del miedo y difundirlo no es una forma de esperanza; es una forma de rendición a un estado de cosas que nos rebasa y nos acogota.

Nunca habíamos estado en una situación como la que vivimos en las últimas ocho décadas, tras el movimiento revolucionario y sus secuelas. Y buena parte del miedo y del terror es por consecuencia de las imágenes captadas por ciudadanos en los momentos de las balaceras. Los efectos de los videos anónimos sobre el común de la gente, son fatales. La anomia y el desconsuelo invaden a México. Caldo perfecto de cultivo para que surja la antidemocracia.

Publicado en Revista Siempre!