Leí, como todos, El túnel. No pude con Abaddón ni con Sobre héroes y tumbas. Sobre El escritor y sus fantasmas me acuerdo, nada más, de los fantasmas. Pero su ensayo La resistencia, así como Antes del fin, me pareció magistral. Lo acabo de releer, con motivo de la muerte de Ernesto Sabato y lejos de caérseme de las manos, creció.
Ernesto Sabato (1911-2011) fue una especie de conciencia moral de Argentina (y de América Latina), las últimas dos décadas de su casi centenaria vida. En La resistencia, Sábato pedía una reacción contra el universo virtual que nos deja cada día más flacos de ideas e ideales. “La televisión —escribía en el ensayo publicado el año 2000— nos tantaliza, quedamos como prendados de ella. Este efecto entre mágico y maléfico es obra, creo, del exceso de la luz que con su intensidad nos toma”.
Se quejaba de que somos capaces de ver “mejor los paisajes en las películas que en la realidad”. Y recordaba que “es apremiante reconocer los espacios de encuentro que nos quiten de ser una multitud masificada, mirando aisladamente la televisión”. Hay que volver —pensaba Sabato— a la formación espiritual, a la educación del corazón, al despertar del alma “y es crucial que comprendamos que la primera huella que la escuela y la televisión imprimen en el alma del chico es la competencia, la victoria sobre sus compañeros, y el más enfático individualismo: ser el primero, el ganador”.
El origen del problema de la violencia en el siglo xxi, pensaba Sabato, es la incapacidad de quitarnos la máscara de la fortaleza que nos construimos a través de la competencia con el otro para mostrarnos débiles, menesterosos. “Si dejáramos de mostrarnos autosuficientes y nos atreviéramos a reconocer la gran necesidad del otro que tenemos para seguir viviendo, como muertos de sed que somos en verdad, ¡cuánto mal podría ser evitado!”. Y es la verdad. El horror al fracaso que nos comunican la educación y los medios nos hace cometer locuras. Una de ellas, quizá la más grave, es la locura de la infidelidad.
Sabato cerraba su ensayo La resistencia haciendo un elogio de la fidelidad: “Creo que lo esencial en la vida es la fidelidad a lo que uno cree su destino, que se revela en esos momentos decisivos, esos cruces de caminos que son difíciles de soportar pero que nos abren grandes opciones”. Y remataba diciendo: “Unidos en la entrega a los demás y en el deseo absoluto de un mundo más humanos, resistamos. Esto bastará para esperar lo que la vida nos depare”.
Resistir, he ahí la consigna de un escritor que llegó a la orilla de la centena con la conciencia limpia, con la convicción y la fe en los valores, en el hombre, en Dios mismo. Y esa resistencia es el germen de una América nueva. De una nueva humanidad. Descanse en paz, don Ernesto Sabato.
Publicado en Revista Siempre!