Carlos Díaz: «el dolor de la marcha de los sin futuro»

Es uno de los autores más fértiles de la filosofía española actual. Profesor, viajero infatigable, promotor del personalismo comunitario, conferencista, Carlos Díaz ha publicado más de 250 libros sobre el amor, la ética, la amistad, el personalismo, Mounier, las virtudes, sobre Prometeo (o, más bien, contra Prometeo), para jóvenes, para estudiantes, para agentes del cambio, para empresarios. El mensaje es el mismo: hay un mundo que se desvirtúa por la incapacidad de entrega, por la abulia, por el cinismo. Y solamente la imitación radical de Jesús de Nazaret puede salvarlo. Se define como un cristiano anarquista. Nada del poder le gusta. Le gusta el hombre cuando es pobre y ofrece su dolor o lo convierte en pasión.

En un mundo como éste, ¿qué pinta el personalismo comunitario?

El mundo contemporáneo tiene de sí mismo una elevadísimo autoconcepto, y sobre todo de su propia originalidad. Sin embargo, sigue necesitando lo mismo que se ha necesitado en cualquier otro tiempo y lugar, a saber, continuar dando gracias por haber sido creados por Dios y vivir esa creación filialmente en libertad, igualdad y fraternidad, lema al que nunca renunciaría yo mismo aunque volviera a nacer setenta veces siete.

¿España se hunde, cabecea, bosteza o le da lo mismo la crisis moral que representa?

No una de las Españas está helándonos el corazón, sino las tres, porque esta tercera de la posmodernidad rechaza todo aquello por lo que nosotros (hablo en un plural casi mayestático, pero con toda humildad) hemos peleado y seguimos peleando. En realidad, vivimos eso que llaman España (¿o Expaña?) transterrados y como en patria ajena. Yo de hecho albergo la ilusión de poder renunciar algún día a mi pasaporte y adquirir uno de apátrida para poder abrazar a toda la humanidad con idéntica calidez. Habito, pobre de mí, la utopía de avergonzarme de todas las patrias conocidas y de festejar la que no sea de nadie por estar siendo de todos. Desearía, pues, vivir todavía hoy toda tierra extraña como patria, y toda patria como tierra extraña.

 ¿Qué cristianismo tiene futuro en Europa?

Futuro más o menos inmediato solamente el más minoritario y atractivo, es decir, el del Evangelio de nuestro señor Jesús. Sin querer inculpar a nadie, antes al contrario asumiendo mi alícuota parte, veo a la Iglesia muy fuertemente empecatada, con un Vaticano severamente levitizado y envejecido espiritualmente. Lo digo con dolor. Y veo al propio tiempo un pueblo al margen de toda convicción de fe, excepto de la fe en un consumo casi divinizado.

¿Es cierto que América Latina va a reevangelizar a Occidente? ¿No tendría que entender, primero, qué es el Evangelio?

No veo tampoco a América Latina redimiendo a nadie, pues -en efecto- consume hasta donde sus posibilidades alcanzan y vive lastrada por una fe bastante poco cultivada. Las lecturas apologéticas de América Latina suelen ser favoritas entre occidentales que por una parte no conocen esa realidad y que además pretenden evitar la propia mala conciencia imaginando otros mundos más felices. Y, entre los latinos mismos, veo gente que me parecen árboles que caminan: no han contemplado la sombra de su propia espalda, y por si eso fuera poco sueñan con tener en su propia mochila el ajeno bastón de mariscal. Y a unos y a otros no les será dada otra señal que la del profeta Jonás.

Después de tantos y tantos libros escritos, ¿hay uno con el que quieras que te recuerden?

Probablemente con el último de todos ellos, Razón cálida. La relación como lógica de los sentimientos (2010), si bien tengo el gozo de anunciar a mis lectores amigos otra buena nueva para mí, la edición del libro que acaba de salir Logoterapia centrada en la persona (2011). Son libros de la madurez de la que yo soy capaz, sin pedir mucho por tanto.

Cuando se acumulan tantas millas de viaje, ¿queda la emoción de ver nuevos rostros?

Sin duda, para mí ni el más hermoso paisaje puede competir con el más horrendo paisanaje humano, aunque frecuentemente me enfade cualquier rostro de roedor (¡etimológicamente «rostrum» viene de «rodere», roer!). Sea como fuere, doy mil veces gracias a Dios por permitirme ver su rostro en los rostros de toda la gente cuyo rostro me ha visitado. Últimamente contemplo los rostros ajenos desde el mío, piel con arrugas, frágil, polvo sí, mas polvo enamorado.

Dame una definición rápida de familia postmoderna…

Pues la familia posmoderna se caracteriza porque no es familia. Quien sepa en qué consiste la susodicha, hágame la merced de comunicármelo: tengo un millón de euros reservados para informadores o informadoras.

¿Dios cada vez es más una realidad, un bonito recuerdo de familia, un deber, un sueño?

Es el rostro de todos los rostros que reconocen que son amados y por eso existen, y en consecuencia el amor de mis amores, es decir, la realidad de todas las realidades.Nada de deber, nada de sueño: epìfanía de la trasparencia.

¿Qué hay de los jóvenes: sigue siendo grande serlo?

Hoy mismo, sin ir más lejos, he visto anunciada en mi Facultad (Filosofía, Universidad Complutense de Madrid) una manifestación estudiantil para mañana bajo el lema: «Marcha de los sin futuro». Me causan dolor, sobre todo porque no son ellos precisamente quienes han llevado el mundo actual al matadero, Desgraciadamente, no percibo en estas turbas esperanzas de altura, sino migajas de esperanza suministradas por padres que se han convertido ellos mismos en migajas de realidad.

Citando a Valente: ¿que tenemos tú y yo a manera de esperanza?

Pues, hermano Jaime, el haber sido mellizos en el amor de Jesucristo, que ama a toda la vez a la humanidad enterra, y en nuestro caso, el tuyo y el mío, a pesar de que seamos unos miserables fariseos, bueno, al menos yo. Tenemos que celebrarlo la próxima vez que nos veamos, como siempre lo hemos hecho. Y por todo lo alto.