Me trae a mal traer (perdón por la primera persona del singular) la insistencia de algunos medios «progres» de México y el mundo sobre «el fin de la Iglesia católica» tras los escándalos de bien pocos (y bien malvados) sacerdotes pederastas.
Me trae a mal traer que el señor Marcial Maciel haya mentido y violado hasta el hartazgo la dignidad de un sacerdote tanto como el humanismo de un ser humano, y que su conducta eche sombra sobre el proceso de canonización de Juan Pablo II.
Me traen a mal traer las estupideces que ateos como el divulgador de la ciencia inglés, Richard Dawkins (quiere me-ter al Papa Benedicto a la cárcel «por encubrimiento» y por «crímenes de lesa humanidad»), están realizando para «quitarle la máscara» (según dicen) al único –sí, el único- líder espiritual reconocido por todo el mundo.
Me traen a mal traer las excusas sin sustento de quienes quieren defender lo indefendible, con el argumento de que «son seres humanos» aquellos malos sacerdotes que abusaron con violencia sexual, física o psicológica de los preferidos de Jesús: los niños. Esos tales tienen que pagar ante Dios y ante la justicia de los hombres. Nadie los quiere ver sueltos, molestando la inocencia, metiendo en el fango lo sagrado.
Me trae a mal traer la memez de muchos católicos que, con la boca abierta, papando moscas, se tragan la basura mediática, la falsificación constante de que «todos los curas son iguales y lo mejor que se puede hacer es que se casen». Si así fuera, todos los que estamos casados seríamos modelos de fidelidad, de respeto a la vida de pareja, de reconocimiento al otro…
En fin, me trae a mal traer que seamos bien pocos (de nuevo, perdón por la intromisión del yo) quienes nos sintamos orgullosos –digo como laicos— de pertenecer a la Santa Madre Iglesia Católica. Lo único que les puedo decir (y que les digo a los amigos que se encuentran dentro de estos dimes y diretes, alimentados por la industria del consumo y la pornografía) es: ustedes se lo pierden. Este gozo del esplendor de la verdad no se apaga por más que haya algunos que quieran abusar de los interruptores que la libertad de Dios les da. Y repito lo del apóstol: si no es a Ti, Señor, ¿a quién iremos? Escucho opciones…