Ahora que se ha iniciado el cambio de frecuencia de AM a FM, se ha desatado una rebatinga arrabalera de grupos y tiradores que haría suponer, a un observador despistado, que en México existe un ansia desbordada por comunicar, por reforzar la convivencia a través de la poderosa herramienta de la radio, de alimentar el desarrollo humano integral, especialmente de los grupos vulnerables, los indígenas, los desempleados, las mujeres cabeza de familia, los ancianos, los niños de la calle…
No es, ni remótamente, así: se trata de una cuestión de carácter comercial, de negocios, de mejorar la posición de mercado, de robarle anunciantes al vecino, de poder y de intereses de poder, en fin, lo de siempre. La conversión técnica de la vetusta banda de AM a la dizque moderna de FM en México —para el oyente, para el ciudadano, para el desempeño de las funciones de gobierno o para una nueva participación de la sociedad en los asuntos de interés de la propia sociedad— no significa absolutamente nada. El viejo teorema de Marcuse, que decía que la multiplicación de los canales no era la multiplicación de las opciones sino la ramificación de los controles, vuelve a tomar sentido medio siglo después de ser enunciado. El gobierno mexicano, pobrísimo intelectualmente, ha sacado de la chistera este nuevo proyecto técnico, sin mediar ninguna reflexión, expuesto, como siempre, a las presiones del mercado, léase a entregarlos a quien garantice más dinero a las arcas y menos crítica a los jefes.
¿Para qué sirven las concesiones de radio o televisión en México? En teoría, para defender los intereses del público. En la práctica, para que el gobierno recompense a sus cuates y sus cuates le deban favores al gobierno. A eso se limita una discusión que debería involucrar a la sociedad en su conjunto: para abrir un paquete de radiodifusoras de AM susceptibles de convertirse en FM en Campeche, ¿quién sirve mejor al desarrollo cultural de Campeche? Una pregunta, tan de sentido común, jamás se hace. A los campechanos ni se les toma en cuenta: se decide en Palacio…
Nuestro espectro de telecomunicaciones tiene el mismo número de dueños en Chihuahua que en Yucatán, cuando no son los mismos dueños en Chihuahua que en Yucatán. Es imposible pensar en una vinculación de los medios con el desarrollo intelectual (moral, espiritual, económico, político…) si cada que se “abre” la oferta ya se sabe quién va a aprovecharla. Los medios electrónicos son entidades de interés público, definidos así por nuestra Constitución. Letra muerta. Son regalos del patrón a sus compinches.
Publicado en SIEMPRE! 8 noviembre 2009 No. 2943