Cartas del diablo a su sobrino

Se trata de uno de los textos más famosos del estupendo escritor inglés C. S. Lewis, quien en los últimos años ha adquirido enorme popularidad por las películas basadas en sus cuentos Las crónicas de Narnia. «Escrutopo», un demonio que tiene el rango de «secretario» en el Infierno, le dirige 31 cartas a su inexperto sobrino «Orugario» para indicarle cómo perder (o cómo ganar para su condenación eterna) el alma de un joven inglés, un «paciente» que vive en Londres, en los tiempos de la Primera Guerra Mundial.

Con un estilo mordaz, irónico, extraordinario, Lewis nos hace entender que las estrategias del diablo no son como cierta literatura las pinta, es decir, estrategias tontas y desesperadas.  Al contrario, su perversión, en este caso la de «Escrutopo», le lleva a mil tácticas para enredar, enfangar, corromper el alma de su «paciente».  Acudimos a un itinerario de ataques sutiles del diablo hasta que, al final, la organización del mal (que trata de hacer el mal «lo mejor posible») se enfrenta a su propia burocracia, a su aburrimiento, a su torpeza frente al amor de Dios, frente a la presencia de Jesucristo.
 
Dejar que lo ordinario triunfe

Los consejos del diablo a su sobrino son extraordinariamente certeros y toman al hombre contemporáneo en su situación de vacío y de esfuerzo por olvidar que la vida tiene un sentido más allá del consumo.  Uno de los primeros consejos que le da «Escrutopo» a «Orugario» es que haga todo lo posible para evitar que su cliente se acerque a lo extraordinario de la vida, que se quede siempre en lo ordinario, para evitar que vea cualquier atisbo de la naturaleza divina.  Mejor que mantenga su vida centrada en su «yo», que se mime, que se quiera mucho, a que vea que existe otro y que ese otro es un misterio.

Cuando al paciente de «Orugario» le da por rezar, «Escrutopo» le indica que «lo mejor, si es posible, es alejar totalmente al paciente de la intención de rezar en serio»; que le rece a cualquier cosa que él necesite, pero que no le rece a Dios, pues el encontrarse con la Persona que lo ha creado lo puede «perder» para el infierno y ganar para la salvación. Otra cosa que no le permite el diablo a su sobrino es que su paciente le encuentre sentido alguno al sufrimiento.  Que le meta en la cabeza que el que el dolor no redime a nadie y que es muestra de que Dios no existe o que si existe nada tiene que ver con los humanos. 
 
La religión está bien, pero…

Los ataques de «Escrutopo» a través de «Orugario» se suman hasta estar a punto de llegar al éxito, es decir, a la conformación de un joven «normal», avinagrado contra sus mayores, ansioso del porvenir, insatisfecho del presente. En uno de los párrafos esenciales, el diablo le aconseja a su sobrino: «Háblale sobre la moderación en todas las cosas. Una vez que consigas hacerle pensar que la religión está muy bien pero hasta cierto punto, podrás sentirte satisfecho acerca de su alma. Una religión moderada es tan buena para nosotros como la falta absoluta de religión —y más divertida».

El éxito de «Orugario» consiste, según «Escrutopo», en empujar a su paciente en el centro de la Nada. Para el diablo, la indiferencia (ahora diríamos el relativismo) es la mejor arma para hacer caer a los hombres en la condena de su alma: «Cuanto más a menudo se sienta sin actuar, menos capaz será de llegar a actuar alguna vez, y, a la larga, menos será capaz de sentir».

La tarea del sobrino se empieza a complicar cuando su paciente se hace humilde.  Ahí el diablo le indica que le meta en la cabeza el orgullo por ser humilde, la vanidad por ser bueno, el espíritu de notoriedad por ser diferente a los malos… Por ejemplo, en el caso de no poderle quitar de la cabeza el ir a una Iglesia a escuchar Misa, lo mejor que se puede hacer con ese testarudo es hacerle creer que tiene que recorrer el barrio entero para ir a una Misa que «le llene», a oír a un sacerdote que le «ilustre» o a uno que «no le aburra».  La inmensidad del sacrificio de Jesús queda mediatizada.
 
El fracaso del diablo

 Las cartas se van sucediendo una a otra, siempre con la misma cantinela: «lo que hay que evitar es la entrega absoluta». El paciente termina comprendiendo que o se entrega absolutamente o su vida será presa del demonio. Descubre el amor y, a través del amor, al Amor total. El diablo queda desnudo.  Al final, «Escrutopo» se dará cuenta.  Y lo siguiente es devorar a su sobrino: el mal termina por aniquilarse a sí mismo. Soberbio libro el de Lewis.