Es vergonzoso el tratamiento que le han dado al viaje del Papa Benedicto XVI los medios de comunicación, internacionales, nacionales, locales: lo mismo da. Todos unidos para denigrar al Santo Padre, como si este «ejercicio» los volviera más populares, más interesantes, más modernos.
Transcribo un simple comentario (de los miles que se han vertido en la prensa): «Al inicio de su visita a Israel y los territorios palestinos, el papa (sic) Benedicto XVI prometió el lunes recordar el sufrimiento de los seis millones de judíos asesinados durante el Holocausto y luchar contra el antisemitismo, en un gesto para tratar de reparar las relaciones con los judíos» (Periódico a.m., 12 de mayo de 2009).
Espero que el lector haya encontrado las claves del tono burlón, del sentido de desprecio, del verdadero antagonismo a la Iglesia y a la figura del Papa que suda este párrafo. De cualquier manera, lo invito a fijarnos en tres cosas:
a) Escribir «papa» con minúscula. Es como hacían los enciclopedistas franceses con Dios, que lo ponían en minúscula para identificarlo con cualquier cosa; como si Dios fuera cualquier cosa. Además, «papa» con minúscula se identifica con el célebre tubérculo comestible, dando lugar a un jueguito de palabras dizque chusco.
b) «Prometió el lunes recordar el sufrimiento de seis millones de judíos asesinados…» ¿Prometió recordar? ¿Es que, acaso, se le había olvidado? Claro, explica el subtexto de este esperpento, como el Papa es alemán y como «dicen» que participó en las milicias juveniles de Hitler… Es innoble que un Papa como Benedicto XVI, sea sometido a esta injuria. Él sufrió de muchacho los horrores de la guerra, fue reclutado salvajemente por los generalotes hitlerianos, desertó a riesgo de su vida y como Sumo Pontífice, en Auschwitz, clamó porque jamás el hombre pueda volver a ofender a Dios como lo hicieron los nazis en contra de los judíos; se avergonzó, pues, de los crímenes de su compatriotas… ¿y ya se le olvidó? ¿Tuvo que ir a recobrar la memoria a Israel? Qué tontería.
c) «En un gesto por tratar de reparar las relaciones con los judíos…». Esto ya es el colmo. ¿O sea, que el Papa va a Israel y finge estar condolido por el Holocausto para cubrir el expediente y pasar por encima del levantamiento de la excomunión al obispo Williamson, lefebvrista torpe que desconoce el Holocausto? Esto ya no es tontería: es imbecilidad. El que va a Tierra Santa como «peregrino de la paz» es, según los medios, una especie de actor que defiende intereses y que no duda en inventar sentimientos para quedar bien con sus anfitriones.
Detrás de este juego perverso existe la intención, absolutamente perversa, de desacreditar todas y cada una de las acciones del Papa, como sinónimo de la desacreditación que le merecen a estos personajes todas y cada una de las acciones de la Iglesia (salvo las que no sean casarlos, darles la primera comunión a sus nietecitos, la unción a sus enfermos, la ceremonia de la quinceañera…). Pero la Iglesia tiene preparada su venganza: sobrevivirles y orar por ellos. Por cierto: el Papa también ora por ellos.