Un importante principio teológico de San Ireneo de Lyon explica que “lo que no se asume no se redime.” La prueba de la validez de este principio es el propio Jesús. Asumió la muerte en la cruz para redimir al hombre. Él nos enseñó que el vino nuevo no entra en odres viejos y que para vivir la vida de salvación hay que matar al yo (si el grano de trigo no muere…) para encontrarlo en el nosotros: el yo-tú de la vida verdadera. Continuar leyendo