Queridísimo Papa. Mil gracias por haber venido a México a remover –sí, a remover—conciencias: muchas de ellas dormidas, adormiladas, atarantadas, perversas o, de plano embrutecidas. La mía, en primerísimo lugar.
Mil gracias por tu esfuerzo. A los 79 años, solamente la fe y tu amarre a la mano de quien nos primerea en el amor (y en todo) podría haberte dado las pilas de las que gozas. Tu cansancio y tu disponibilidad me sonrojan. Continuar leyendo