Cada vez que el Papa Francisco visita una cárcel se dirige a sí mismo esta pregunta: “¿Por qué el/ella están ahí, tras las rejas, privados de su libertad, y no yo?” Es una pregunta que nos interpela. Como tantas otras que hace Francisco en cada uno de sus encuentros con los fieles.
No es un Papa “cómodo”, a Dios gracias. Con precisión de cirujano lanza dardos al corazón mismo de nuestra fe blandengue, de nuestra ciudadanía “prudente”. Desafía a pensar con el corazón y desde la misericordia. Continuar leyendo